Opinión

Editorial: Goldman y el trabajo de Dios



    La banca de inversión ha desempeñado un papel esencial para que las empresas puedan reunir capital y generar riqueza. Este rol sirvió al presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blackfien, para hacer el comentario jocoso de que ellos hacían "el trabajo de Dios".

    ¿Empieza a revelarse cómo se operaba el milagro? Ayer, el supervisor estadounidense acusaba a Goldman y el gestor John Paulson de jugar con las cartas marcadas. Según la SEC, Goldman permitía a Paulson tomar parte en las decisiones sobre qué préstamos hipotecarios formaban parte de unas carteras. Éstas se dividían en unos títulos llamados CDO que luego se vendían. A continuación, Paulson apostaba contra estos productos financieros, pero Goldman sólo informaba a sus clientes que la composición la había realizado un agente independiente.

    Esta denuncia se suma a que Goldman ayudase a Grecia a ocultar deuda; y a todas las especulaciones sobre sus apuestas contra AIG, contra sus clientes o sobre que ocultase riesgos respecto a las hipotecas subprime. Se pone en tela de juicio al único banco de inversión que salió bien parado de la crisis, con unos beneficios récord a finales de 2009. Todavía hay que sustanciar el caso, pero el modelo de negocio se tambalea. Enfrentada a Obama, la todopoderosa entidad recibe un golpe brutal.

    ¿Quién querrá hacer negocios con Goldman? ¿Quién creerá en los bancos de inversión? Ahora, la regulación será más dura y se alimenta la idea de prohibir muchos productos financieros. Parece claro que dos años más tarde todavía no han salido a la luz todos los escándalos, y esto podría provocar aún más incertidumbre en los mercados. La fe sigue en vilo.