Opinión

George Magnus: Alemania debe ahorrar menos y consumir más



    La crisis de la deuda soberana ha centrado la atención sobre la responsabilidad y capacidad de los países más endeudados para corregir los procedimientos erráticos que han venido poniendo en práctica. Hoy en día, nadie niega que estos países se enfrentan a un prolongado y doloroso periodo de reestructuración económica.

    No obstante, los países acreedores tienen también que desempeñar un papel importante en la resolución de la crisis. Por desgracia, este papel se pasa por alto con demasiado ligereza, cuando no se niega simple y llanamente.

    Se ha obligado a algunos países deudores, tales como Islandia, Letonia, Hungría e Irlanda, a poner en marcha complicadas reformas y reestructuraciones. En el caso de Grecia, se la ha obligado a hacer planes para disminuir drásticamente, en los próximos tres años, su capacidad de endeudamiento, mientras que los procesos de recorte del gasto público que actualmente llevan a cabo España y Portugal están siendo sometidos a una vigilancia muy estricta. Políticas restrictivas similares serán puestas en marcha, voluntariamente o no, por Gran Bretaña y Estados Unidos, incluso por Japón.

    Países acreedores, en acción 

    El ajuste sincronizado y prolongado que ha de llevarse a cabo en una serie de países que representan en torno al 40% de PIB mundial no augura nada bueno para la economía del planeta y, además, puede provocar roces y enfrentamientos en las relaciones internacionales y fomentar cada vez más el proteccionismo en las relaciones comerciales.

    No cabe duda de que estos ajustes, dolorosos e interminables, podrían ser más llevaderos si los países acreedores -China, Alemania y Japón- pusieran de su parte y contribuyeran a reequilibrar la demanda mundial.

    Si los países deudores tienen que ahorrar más y pedir menos préstamos, por su parte, los países acreedores tienen que ahorrar menos y consumir más. De lo contrario, nos veremos abocados a una política de empobrecimiento del vecino, a resultas de la cual todos saldremos perdiendo.

    Las reformas urgentes de China 

    Aunque China, el mayor acreedor del mundo, ha puesto en marcha un programa de estímulo de la demanda muy agresivo, sus efectos irán disminuyendo gradualmente -entre otras razones, porque está obligada a ajustar su política crediticia para combatir la creciente inflación-. Sin embargo, lo que parece difícil de conseguir en el caso de China es una reforma estructural que sea capaz de estimular de forma permanente el consumo y la producción nacional y de reducir el superávit comercial del gigante asiático.

    Es posible que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos incluya a China entre los países que manipulan el valor real de su moneda, lo que enfriaría aún más las relaciones entre los dos países. No obstante, el problema entre China y Estados Unidos no es tanto el tipo de cambio como la rigidez del sistema de intercambios comerciales.

    El sistema monetario forma parte de un modelo económico basado en las exportaciones y en las inversiones de capital, en el cual la cuota de consumo del PIB se ha reducido a un modesto 36%. China necesita poner en marcha reformas estructurales para adaptar su economía a un mundo posterior a la crisis, pero no parece que sea esto lo que van a hacer los dirigentes chinos.

    Alemania ¿ayuda?

    Dentro de la zona euro, Alemania está en una posición muy parecida a la de China. El consumo privado representa únicamente el 57% del PIB, y el ahorro de los hogares y las empresas supone el 10% del PIB. El superávit por cuenta corriente de Alemania, aunque inferior al de hace dos años, representa aproximadamente el 5% del PIB.

    Por el contrario, Grecia y Portugal tienen actualmente un déficit por cuenta corriente en torno al 10% del PIB, y el de España es de aproximadamente un 5%. Estos tres países, además, han ido acumulando un aumento sustancial de la deuda pública.

    Recordemos que los países de la zona euro, al contrario de los que sucede en el caso de Gran Bretaña y Estados Unidos, no pueden imprimir moneda ni recurrir a la devaluación. Por tanto, ¿cómo se podría resolver la situación de endeudamiento que afecta a algunos países europeos?

    A la opinión pública alemana no le gusta (en realidad, no le ha gustado nunca) la idea de rescatar a otros estados miembros. Por lo general, los ciudadanos alemanes rechazan la idea de proporcionar ayuda financiera a Grecia. Las ideas un tanto estrambóticas que se han barajado en los medios de comunicación, tales como ofrecer la Acrópolis y otros activos de interés turístico como aval o vender islas, no pueden ocultar los verdaderos problemas, por ejemplo, la dura realidad de que los ciudadanos tengan que pagar impuestos para financiar las transferencias a gobiernos que han gestionado mal el dinero público y que permiten a los trabajadores jubilarse hasta diez años antes de la edad legal de jubilación.

    Alemania se juega mucho desde el punto de vista político y financiero en la cohesión económica de la zona euro. En esta coyuntura al menos, Alemania no quiere que la región sucumba ante el endeudamiento y el incumplimiento de los pagos. Si esto ocurriese, las consecuencias serían imprevisibles.

    Después de haber acordado con los otros estados miembros mantener la crisis de Grecia dentro de la familia del euro, Alemania y Francia se han puesto de acuerdo hace poco sobre la posibilidad de aceptar un paquete mixto de préstamos dirigidos a Grecia para financiar la deuda de este país con la participación del Fondo Monetario Internacional -con gran disgusto del presidente del Banco Central Europeo y de otros-.

    Nuevas normas en la UE

    Por tanto, ahora se abre la posibilidad de hacer frente a los problemas de liquidez más inmediatos que tiene Grecia. Pero las cuestiones de fondo aún no se han resuelto. El problema de la deuda tiene que ver con la solvencia y la credibilidad fiscal, y el riesgo de incumplimiento de las obligaciones de pago sigue ahí.

    En la zona euro no existe ningún mecanismo que permita la transferencia de fondos entre Estados miembros, y los europeos no pueden permitirse el lujo de recurrir al FMI cada vez que un miembro de la zona euro tiene problemas. Los países del euro tendrán que acordar normas que se puedan aplicar a los países que infringen reiteradamente la exigencia de estabilidad, y, si es necesario, debe reformarse el Tratado de Lisboa para incorporar estas normas.

    Mientras tanto, Alemania puede jugar un papel constructivo aumentando la demanda interna y la inversión, en vez de emitir cheques directamente. El aumento de las importaciones procedentes de los países del sur de Europa también tendría un efecto positivo sobre la crisis del viejo continente.

    No es ciertamente una tarea sencilla en una economía basada en la exportación y en un país en el que existe una verdadera aversión a la deuda y en el cual el ahorro privado se mantiene por el momento gracias al rápido envejecimiento de la población.

    No obstante, el Gobierno alemán podría poner en marcha programas de estímulo del empleo y del consumo utilizando medidas fiscales y reformas de la Seguridad Social, de los programas de gasto público, del sistema de pensiones y de la legislación sobre el trabajo, el mercado de trabajo y las empresas.

    Es obvio que un plan de reformas estructurales tan ambicioso no se va a poner en práctica de forma inmediata, pero es importante debatir estos temas y ejercer presión sobre Alemania para que responda.

    La gestión de la crisis está bien encaminada, pero solucionar el problema del endeudamiento va a requerir reformas tanto en los países deudores como en los acreedores. Si la carga sobre los países deudores es demasiado onerosa, podrían aparecer nuevos episodios de turbulencia financiera, con el consiguiente enrarecimiento del panorama político.

    En Europa, esto pondría en cuestión la viabilidad de la zona euro. Los países acreedores pueden contribuir a que la carga sea más llevadera y a que las condiciones sean más favorables para el crecimiento económico y, está claro, que la verdadera solución a la crisis provocada por el endeudamiento es precisamente el crecimiento económico. Por desgracia, la historia de este tipo de crisis no nos permite ser optimistas sobre la posibilidad de que Alemania o China respondan de forma adecuada en el momento oportuno.

    George Magnus, consejero para asuntos económicos del Banco de Inversiones UBS.