Martin Taylor: Érase una vez... los precios de algunos productos tanto en euros como en liras
Existe una evidente diferencia en el valor de la moneda entre el norte y el sur. Imaginemos un norteuro y un sudeuro. Por cada 100 euros recibiría 50 norteuros y 50 sudeuros.
Cada país podría decidir utilizar los unos o los otros. Los pasivos existentes, incluso la deuda pública de los actuales miembros del euro, estarían integrados, pues, por un componente duro y un componente blando. Los lectores pueden divertirse imaginando qué moneda podrían elegir algunos de los países más ambiguos.
Antes de que desdeñe la propuesta como una broma de mal gusto, piense cuál podría ser el tipo de cambio norteuro/sudeuro. El reciente proceso de la libra esterlina ofrece indicaciones al respecto. Previsiblemente, el sudeuro se depreciaría sustancialmente y tal tendencia, dentro de los actuales esquemas de comportamiento, se acentuaría con el tiempo.
Pros y contras
¿Cree que las tensiones que una depreciación de este tipo provoca y que, por el momento, están siendo sofocadas, pueden ser realmente gestionadas con el sistema actual? Si no se afronta el problema de una forma rápida, corremos el riesgo de provocar una auténtica catástrofe.
Piense también en las ventajas. Los beneficios de la unión monetaria se podrían mantener en buena parte: mejor dos grupos eficaces que una única moneda disfuncional. De esta forma, millones de europeos del sur volverían a ser asumibles. Los mercados financieros, trabajando por resolver las consecuencias, encontrarían una tarea socialmente útil. Y Axel Weber y Mario Draghi tendrían un banco central para cada uno.
Porque la verdad es que siguen siendo incompatibles. En la irrevocable unión monetaria, los países del sur habrían tenido que adquirir una disciplina presupuestaria, mientras los del norte habrían tenido que flexibilizarse un poco. Pero sucedió todo lo contrario. Todos regresaron a sus usos y costumbres habituales y ahora lanzan acusaciones contra los demás. Tú acumulaste deudas desmesuradas sin decirlo. Y tú nos das lecciones continuamente y nos levantas la voz. Para ti, rayos uva. Y para ti, el banquillo de los acusados.
Y es que la crisis financiera destapó de forma brutal las diferencias económicas entre el norte y el sur. Y la horquilla se ha ido ampliando durante toda la década, desde el momento en que se fijó, de una vez por todas, la paridad monetaria.
Diferencia de competitividad
La ocasión para cambiar los comportamientos y justificar la unión monetaria con Alemania por parte de los países mediterráneos se perdió en 1999. Para volver a colocar las cosas en su sitio, es necesaria la corrección de esos otros diez años de debilitamiento de la competitividad en el sur, en un momento en el que la economía mundial tiene un problema de demanda. La experiencia pasada induce a pensar que no se conseguirá.
La introducción del euro debería haber puesto fin a todas las diatribas sobre las presuntas ventajas para los diversos miembros del mercado único derivadas de los movimientos de los tipos de cambio. Se pensaba que la abolición de estos molestos precios habría acabado con los problemas. Pero, por el contrario, lo que pasó fue que la ausencia de indicadores de tipo cambiario en el seno de la zona euro provocó que se disparase el problema del incremento de la diferencia de competitividad.
La solución menos dolorosa la descubrí en Calabria la Nochevieja de 2004, cuando sentí que Europa meridional estaba destinada a tener serios problemas con el euro. En efecto, al día siguiente, paseando por la ciudad para airear los excesos de la noche, me di cuenta de que todos los precios habían subido un 10%. ¿Por qué? Obviamente, porque era primero de año. En cambio, en Alemania nadie subía los precios.
La decisión de Alemania
Siempre di por descontado que el euro iba a mantenerse, porque los sufrimientos para abandonarlo parecían superar el esfuerzo de mantenerlo en pie. Pero cuando en un matrimonio los cónyuges discuten continuamente por su mala relación, el divorcio es sólo cuestión de tiempo. Y éste es un matrimonio con 16 cónyuges en el que la violencia doméstica va creciendo en intensidad.
Irse del sistema sin orden ni concierto supone un peligro imprevisible y costoso para cualquier país débil. Alemania podría salir del euro unilateralmente, pero el daño político que ocasionaría a la Unión sería colosal. Es mejor, para todos los interesados, revisar el proyecto y corregir los errores de partida.
El problema fundamental del proyecto del euro fue el exceso de ambición. Las dificultades de la unión monetaria sin unión política habían sido ampliamente discutidas en los años 90, y después, simplemente ignoradas, excepto en Gran Bretaña y en Suecia.
El riesgo de una moneda única era probablemente gestionable por un pequeño grupo de países que tuviesen posibilidades reales de mantener la competitividad con Alemania. Pero al meter dentro a toda la Europa meridional, se elevó ese riesgo de una forma dramática. Y el matrimonio ya no se aguanta.
Martin Taylor, ex consejero delegado de Barclays.