Opinión

Enrique Alejo: ¿Quién teme a la reforma del sistema financiero en Estados Unidos?



    A pesar de que se han cumplido 18 meses del detonante de la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión, y de que muchos habían venido solicitando una reforma en profundidad del sistema financiero, hasta ayer el presidente del comité bancario del Senado americano, Christopher Dodd no dio el paso de presentar una propuesta que permita iniciar un trámite que aún no sabemos cuánto durará y si tendrá un final feliz. Las posibilidades de que pase una reforma financiera y sus características dependerán del poder relativo de los actores implicados, a saber, la opinión pública, la Casa Blanca, el Congreso, los reguladores y el propio sistema financiero. La disputa Main Street contra Wall Street tendrá un peso decisivo en el resultado final de la contienda. La Casa Blanca, que presentó hace ya casi un año su propia propuesta, está más que nunca interesada en dar satisfacción a una opinión pública que mayoritariamente, sea republicana o demócrata, considera necesaria la reforma del sector financiero. Por su parte, la mayoría demócrata de la Cámara de Representantes aprobó el pasado diciembre una propuesta de reforma que se ajusta en líneas generales a la visión de este partido sobre las necesidades de reforma. Sin embargo, por la regla de mayorías del Senado, los demócratas se ven en la necesidad de negociar con los republicanos una propuesta que se aparta de forma sustancial de la Cámara. Los lobbies financieros están influyendo para que los legisladores republicanos logren parar aquellos aspectos de la reforma que menos le interesan, fundamentalmente, la agencia de protección del consumidor. Por su parte, las bases demócratas están presionando fuertemente no sólo para que se apruebe la agencia, sino también para que se regulen los instrumentos "más peligrosos" que la innovación financiera lanzó a los mercados en los últimos años.

    En el fondo, esta discusión subyace la eterna polémica sobre el papel del Estado y del mercado, no sólo en las transacciones financieras, sino en el conjunto de la economía. Mientras unos ven con mucha sospecha el creciente papel del Estado en todas las facetas de la actividad económica, pero especialmente en el ámbito financiero, otros creen que el mercado ha demostrado en innumerables ocasiones que no es capaz de autorregularse. La discusión en el ámbito financiero puede sintetizarse en las siguientes cuestiones:

    ¿Hay un problema estructural en el sistema financiero americano? Para unos, el sistema financiero americano fue debilitándose a causa de un desequilibrio cada vez más marcado entre grandes bancos, por un lado, y bancos de pequeño tamaño e implantación regional, por otro, entre instituciones capaces de operar en un sofisticado mercado donde las innovaciones financieras son elemento competitivo clave, e instituciones financieras con esquemas de negocio más tradicionales. Esta dualidad habría provocado la aparición del problema denominado demasiado grande para caer, que en esencia estaría provocando un comportamiento inadecuado de los grandes bancos asumiendo mayores riesgos de lo que lo harían en ausencia de esta garantía implícita de salvación por parte de los poderes públicos. Para otros, la solución está clara: permitamos que las crisis pongan de manifiesto a las instituciones financieras no competitivas y dejémoslas caer.

    ¿Hace falta más regulación? Es decir, si buena parte de la culpa de la crisis fue que el mecanismo de regulación había ido diluyéndose de forma paulatina desde los años 80, o más bien, que hubo un exceso regulación, una acumulación de normas y agencias en un batiburillo institucional que hizo imposible un ejercicio eficaz de supervisión y regulación sobre el sistema financiero. Si bien es cierto que la regulación se había ido haciendo progresivamente menos exigente y más laxa en relación con las potenciales actividades del sector bancario en Estados Unidos, tampoco es menos cierto que la acumulación de normas y regulaciones por un procedimiento casi siempre ad hoc junto con una menor tensión institucional en las agencias reguladoras pudieron tener el efecto de propiciar las actividades en la sombra.

    ¿Cuáles serían los objetivos e instrumentos de la reforma? Para empezar, no está claro si lo que se pretende es una reforma de la regulación o una reforma del propio sistema financiero. Si lo que pretendemos es reformar es el sistema financiero, el objetivo sería hacerlo más eficiente y eficaz como mecanismo de provisión de liquidez y crédito a la economía, para lograr que ésta pueda crecer de forma adecuada. La reforma permitiría alcanzar un sistema financiero más estable, capaz de evaluar correctamente los riesgos y de proporcionar información relevante sobre sus actividades. Si, por el contrario, lo que se pretende es reformar el sistema de regulación, el debate se centrará en cuáles han sido los problemas regulatorios y cómo tapar los huecos por los que se han colado algunos agentes financieros tramposos. Y también en cómo mejorar la coherencia institucional entre las agencias regulatorias. La reforma de la regulación debería suponer, en este caso, una simplificación de los mecanismos de control y supervisión, así como un reforzamiento de las instituciones y agencias que pongan a su disposición los mismos mecanismos de evaluación de riesgos y de los recursos que hagan posible que la regulación esté al mismo nivel de sofisticación financiera que el sector privado, cosa que está muy lejos de suceder en estos momentos.

    Los próximos meses se adivinan muy interesantes para calibrar en qué medida el enésimo esfuerzo de reforma de la administración Obama, en este caso sobre una pieza clave del entramado económico e institucional americano, tiene éxito. Si finalmente pasa algún tipo de legislación y cuál es su contenido serán elementos clave para analizar las tendencias a medio plazo de la economía americana y su continuidad como potencia económica mundial.

    Enrique Alejo, técnico comercial y economista del Estado.