Rubén Manso: La banca única
La comisión anticrisis de la crisis que nunca existió ha propuesto que el ICO sea el financiador directo de las pymes utilizando para ello la red de sucursales de la banca privada. Un sistema de banca central con reserva fraccionaria como el que padecemos, en el que un banco central se reserva el monopolio de emisión de moneda, la banca privada se convierte en un franquicia de un banco central, pero eso sí: asume un riesgo, como muchos franquiciados de otros sectores en sus negocios.
Sin embargo, la crisis financiera de los dos últimos años está reduciendo los riesgos del franquiciado bancario: antes sólo dispensaba liquidez asumiendo el buen fin de la operación, el riesgo de crédito. Ahora ni eso: es un mero comisionista que pondrá en el mercado toda la liquidez que el Estado quiera, pero sin incurrir en los riesgos de impago.
La deuda neta de las administraciones públicas no crecerá en principio: se endeudará para poder prestar a su vez al sector privado. El endeudamiento público se financiará con crédito del correspondiente banco central, como ya ocurre o, en ocasiones, ni eso: el propio banco central prestará al sector privado directamente, como ha ocurrido con la Fed cuyo balance ha crecido espectacularmente por la adquisición de deuda privada. El peligro, como apuntan algunos, estará en que el respaldo del dinero emitido por los bancos centrales será en último término el crédito al sector privado, pero como ni los bancos centrales ni los estados aparentemente quiebran, no pasará aparentemente nada. Sin embargo, ocurrirán cosas que no serán tan aparentes. La primera es que unas actuaciones de tal índole pueden generar una espiral de liquidez sin límite para que nadie en el sector privado quiebre aparentemente nunca, lo que nos impedirá distinguir buenos de malos empresarios o, lo que es lo mismo, hará que algunos recursos sociales estén aplicados a finalidades de escasa o nula productividad, lo que nos empobrecerá a todos. En el fondo será una forma de socializar pérdidas, tan corriente hoy día.
La segunda consecuencia, peor aún que la primera, es que sólo quiebren los empresarios que dejen de gozar del favor público. Peor que la competencia entre banqueros privados, es el monopolio del banquero público. En el fondo es una elección entre pobreza y tiranía, para acabar al final en las dos cosas.
Rubén Manso Olivar, profesor de la Universidad de Alcalá. Inspector de Entidades de Crédito del Banco de España (excedente).