Opinión

El Covid-19 como impulsor de la transformación digital

    Los retos de la pandemia se han superado con tecnologías existentes.

    Javier Planelles

    En los últimos meses se ha producido un impulso muy significativo en la forma en la que las empresas utilizan la tecnología modificando formas de trabajar. Inicialmente sólo se buscaba adaptarse a la nueva realidad y posteriormente se comenzó a buscar eficacia y eficiencia en un entorno distinto, cambiante. Los trabajadores han impulsado un uso distinto de las herramientas informáticas, de la forma de relacionarse, provocando una verdadera transformación digital de las empresas. Todo esto está sucediendo sin que nuevas aplicaciones sean desarrolladas, nuevas tecnologías sean puestas a disposición de los trabajadores o se hayan impartido cursos de capacitación. Desde el mes de enero no se ha inventado nada nuevo, Zoom o Teams ya existían desde hace muchos años, las medidas de virtualización de equipos ya estaban desplegadas en muchas entidades, los trabajadores tenían móviles…

    La primera conclusión a la que podemos llegar, como meros observadores de esta realidad, es que la verdadera transformación digital no se basa en nuevas tecnologías sino que radica en usar las tecnologías disponibles para resolver problemas reales.

    Los problemas por la pandemia se han resuelto con tecnologías que ya estaban disponibles

    Cualquier transformación relevante se produce cuando existen incentivos que la impulsan. Si lo que se pretende es cambiar la forma de trabajar para reducir costes o mejorar la calidad del servicio transformando los procedimientos con los que se abordan los problemas, solo un impulso basado en la identificación de los mismos y en el uso de todos los recursos disponibles tiene efecto. Las medidas basadas en estructuras paralelas, acciones parciales o generación de grupos aislados, suelen ser excusas de cara a la galería, que rara vez tienen algún efecto significativo. No podemos negar que estas acciones logran efectos publicitarios, son políticamente correctas y logran enviar mensajes a los stakeholders, pero no transforman las entidades.

    La transformación digital se produce cuando hay un problema que se necesita resolver de forma distinta, mejor o más sencilla. Ante la crisis sanitaria del COVID-19 se ha generado un problema: ¿Cómo se puede seguir prestando un servicio teniendo menos contacto físico entre los empleados, clientes y proveedores?

    Para resolver el problema, muchas empresas se han olvidado de equilibrios internos, de acciones vacías de fondo y se han centrado en buscar una solución implicando a toda la compañía. Esta situación ha provocado que haya un incentivo por usar la tecnología disponible de forma distinta que ha generado un cambio, una transformación.

    Esta crisis se ha convertido en una aceleradora de cambios que llevaban muchos años queriendo irrumpir pero que no se extendían en ámbitos amplios de forma significativa. El uso de nuevas tecnologías ha pasado de ser una moda de unos pocos a ser una necesidad. En estos años personas que desconocían la realidad del negocio de las entidades se inventaban problemas para utilizar nuevas formas de trabajar, nuevas tecnologías o nuevos puestos en las empresas. Fallaba lo básico, conocer cuál es el problema y eso llevaba a preocuparse por el "cómo", no por el fondo de la cuestión, por el "qué". La crisis le ha dado un vuelco a la situación y los que conocen la realidad y los que tienen soluciones han sentido que ahora sí había un problema común y esto ha hecho que busquen soluciones en la tecnología en una nueva organización o en generar roles distintos.

    Durante estos años lo que ha fallado es la capacidad de las direcciones de muchas empresas tradicionales para alinear a todos los empleados en torno a un objetivo, a un enunciado de un problema común. En estos últimos meses ha surgido un liderazgo transformador por la necesidad de resolver una situación sin precedentes en nuestra historia reciente. El gran reto que tenemos ahora delante es aprovechar este impulso para seguir trabajando de esta forma cuando la crisis finalice y nos acomodemos en la nueva realidad. Volverá a ser fundamental que las direcciones de las empresas identifiquen correctamente los problemas para que se generen incentivos para su solución.