Opinión

La ley del silencio de Sánchez e Iglesias

    El Gobierno no acepta de buen grado cualquier pregunta incómoda de los periodistas

    Mariano Guindal

    Por el camino que vamos, lo más destacado de los cien primeros días del gobierno de Pedro y Pablo será la falta de transparencia informativa. Como en La ley del silencio (1954), la obra maestra de Elia Kazan, magistralmente interpretada por Marlon Brando, hay personas y grupos de matones que atemorizan a los que se atreven a protestar. Existe un sentimiento cada vez más generalizado de que al gobierno "progresista" no le gustan los periodistas, sobre todo los que hacen su trabajo preguntando cosas molestas.

    Como muestra un botón. Está en boca de todo el mundo el hecho que en el Consejo de Ministros están sentado Pablo Iglesias y su pareja Irene Montero. Es la primera vez que una cosa así sucede en España y en Occidente. Puede ser normal en Argentina con los Kirchner o en Filipinas con los Marcos, pero en los países con mayor tradición democrática estas cosas no pasan. La razón es evitar que los problemas familiares se trasladen los órganos de dirección. De hecho, en las grandes corporaciones se trata de evitar tal tipo de parentesco. Por tanto, es normal que un periodista como Vicente Vallés le pregunte en Antena 3 por algo que es vox populi.

    El Gobierno se equivoca al confundir la información con la propaganda

    Se puede estar a favor o en contra de que se mezclen las relaciones personales y las profesionales. Hay argumentos a favor y en contra. Lo que no es de recibo es que se trate de "matar al mensajero" por hacer preguntas "políticamente incorrectas". En mi larga carrera profesional siempre he tratado de hacer preguntas molestas, en cierta manera me hice periodista para poder preguntar. La actitud de reprobar al periodista que ejerce su labor cada vez es más común en los que mandan y es más que preocupante.

    No es un caso aislado, a los dirigentes de Unidas Podemos les gusta distinguir entre "periodistas amigos" que les hacen de palmeros y "periodistas enemigos" a los que hay que combatir porque tratan de hacer su trabajo honestamente. Un periodista por su propia naturaleza es crítico, ya que su papel es vigilar al poder, sea del color que sea. No es la primera vez que los seguidores de Pablo Iglesias han intentado coartar a la prensa. Mi amigo y compañero del alma Pepe Oneto sufrió en sus carnes sus ataques a causa de sus opiniones. En cierta ocasión me comentó las proféticas palabras de Winston Churchill "los fascistas de futuro se llamarán a sí mismos antifascistas".

    Los socialistas de Felipe González "la casta" como los calificaba Pablo Iglesias, nunca han sido así. Al contrario, siempre han dado una gran importancia a la libertad de opinión a la que comparaban con la libertad de voto. Pero da la impresión que los nuevos socialistas de Pedro Sánchez son mucho menos tolerantes. Es como si se hubiesen contaminando de sus socios preferentes.

    La tendencia a mentir de Sánchez, unida a su errática política informativa, su gusto por comunicarse con los ciudadanos a través notas de prensa y el uso abusivo del Twitter le asemejan a Donald Trump. En el fondo comparten su desprecio por los medios de comunicación de referencia y tienen el mismo rechazo a contestar preguntas.

    Esta tendencia del Ejecutivo a descalificar sistemáticamente a quien les critica es muy generalizada, de tal manera que no se les podría calificar como un Gobierno tolerante sino todo lo contrario. El hecho de tener una oposición histriónica y a veces grosera no les da derecho a atemorizar a los medios de comunicación. Nos iría a todos bastante mejor que intentasen convencer en lugar de vencer. Confundir la información con la propaganda no es un buen camino.