Opinión

¿Por qué hay que apostar por la formación otra vez?

  • Los profesionales necesitan crecer para hacer crecer a sus empresas

Fernando Botella

Cada cierto tiempo se detecta un parón en el impulso que las empresas le dan a su formación. Se trata de un fenómeno cíclico, que va y viene según la coyuntura o la percepción general del mercado. De pronto, algunas compañías de referencia pisan el pedal del freno y las demás las siguen por un puro instinto de imitación.

No hay una única razón para ello. Presupuestos ajustados, incertidumbre, tendencias, cambios en los modelos organizativos, en la escala de prioridades… En los años de la crisis ni siquiera hubo que buscar una excusa muy elaborada para justificar el recorte. No había dinero y la partida de formación fue una de las primeras en caer. Fin de la historia.

Los que siguieron con la formación como activo fundamental en sus organizaciones acabaron en clara posición de ventaja

Muchas organizaciones se arrepintieron después de aquella decisión, que optó por refugiarse en los cuarteles de invierno para intentar capear el chaparrón sin caer en la cuenta de que cuando escampara la tormenta tendrían que volver a salir a cielo abierto. Lo malo fue que cuando los nubarrones se despejaron, el paisaje había cambiado radicalmente y muchas compañías no estaban preparadas para desenvolverse en ese nuevo ecosistema.

En cambio, los visionarios que sí tuvieron el valor de mantener la formación como un activo fundamental para la supervivencia futura de sus organizaciones salieron de aquella travesía por el desierto fortalecidas y en clara posición de ventaja.

Como la historia de la humanidad ha demostrado que el ser humano acostumbra a tropezar múltiples veces en la misma piedra, más de uno ha olvidado ya aquellas lecciones que nos dejó la crisis y vuelve a las andadas con sus miras cortoplacistas. Una vez más, parece que la formación de sus profesionales ha pasado a ocupar un lugar secundario en la agenda de algunas empresas. Son solo unos síntomas, nada demasiado grave todavía, pero sí lo suficientemente preocupantes para pulsar el botón de alarma antes de escale más de la cuenta.

En esta ocasión, los pretextos que las empresas aducen para aparcar la formación son más sofisticados y diversos. La falta de tiempo para dedicar la formación es uno de los más recurrentes. Los proyectos son tan exigentes y ajustados de tiempos, dicen, que al parecer no dejan espacio para dotar a sus profesionales de mejores herramientas para realizar su labor. No deja de ser curioso que hace años el problema parecía ser justamente el opuesto. El tiempo sobraba, ya que lo que escaseaban eran los proyectos y, por tanto, los ingresos. Ahora el dinero vuelve a fluir en caja, pero lo hace a costa de las horas de trabajo de sus profesionales. El resultado, en cualquier caso, es idéntico: no hay lugar para la formación.

Cuando le haces notar a algún responsable área esta inquietante caída de iniciativas de formación en su empresa, muchos niegan la mayor. ¡Claro que sus profesionales se forman!, explican convencidos, solo que ahora esa formación ha adoptado otras trazas y formatos. Y es que la velocidad que han adquirido los negocios actuales, aducen, ya no permite dedicar varias horas a una sesión de aula. Todo debe ser mucho más ágil, y por eso sus profesionales se forman "on the job", es decir, durante el propio desempeño de su trabajo.

Dicen que la mejor mentira es la que contiene una parte de verdad. Y eso es exactamente lo que sucede con este argumento. Porque siendo cierto que buena parte de la formación actual, especialmente aquella vinculada a los nuevos modelos productivos, digitalización y procesos de innovación, se consolida con la práctica efectiva en el puesto de trabajo, los defensores a ultranza del modelo "on the job" no pueden obviar que todo proceso de iteración parte de una base teórica y metodológica sólida. Y esto es imposible adquirirlo por ciencia infusa.

Cualquier disciplina, metodología o tecnología novedosas, si de verdad pretende crear un impacto positivo en el profesional destinado a aplicarlas, necesita de un sustrato formativo de cierto peso. Lanzar a un profesional, por mucha experiencia que posea o éxitos que acredite en su curriculo, a los leones de un proyecto de cierta envergadura sin ese paraguas no solo es arriesgado, sino que es una irresponsabilidad. En el mejor de los casos, obligará a esos equipos a dar interminables vueltas a los proyectos hasta dar por sus propios medios con la mejor solución, con lo cual estos se alargarán más de la cuenta (¿no habíamos quedado en que no teníamos tiempo?). En el peor, la empresa será reemplazada por otro proveedor mejor preparado para afrontar con garantías los retos actuales.

Razones de peso para formarse

Numerosas razones hacen de la formación un pilar fundamental en el desarrollo de cualquier empresa. La primera de ellas radica en la propia naturaleza dinámica del talento. El talento no es un ente estático, sino que está en continua evolución. Ni siempre se necesita el mismo tipo talento para afrontar los diferentes retos que se le presentan a las compañías, ni los profesionales pueden conformarse con un único y cerrado bagaje de habilidades, competencias y habilidades. Los profesionales necesitan crecer para hacer crecer a sus empresas.

La formación es ese agitador que necesitan personas y compañías para que las cosas sucedan. Es la llama que alumbra el surgimiento de la innovación, las nuevas ideas y de la creatividad aplicada a los nuevos proyectos. La formación es la palanca que permite a una compañía ser mejor en lo que ya hacía y empezar, además, a hacer cosas nuevas. Gracias a ella, profesionales y organizaciones son capaces de reconvertirse, de ampliar sus espectro de actuación y de llegar allá dónde antes no llegaban.

Por último, bien utilizada, la formación es un factor motivacional y de engagement de primera magnitud. No sólo permite a los profesionales crecer, ser más versátiles y más productivos. También manda un mensaje muy claro. Las empresas que apuestan por la formación les están diciendo a sus colaboradores: "creemos en vosotros, apostamos por vosotros, nos importáis". Y no hay un mensaje más poderosos que ese.