Un permanente problema sobre Europa
Juan Velarde
Cuando analizamos quienes han señalado que mereció la pena la opción de España de incorporarse a la Unión Europea, hemos de admitir que si queremos hacerlo a fondo, surge una y otra vez la que se puede llamar opción europea. Y esta opción no es precisamente la última que ha afectado a España.
Se remonta nada menos que al momento en que aparece el Imperio de Carlomagno y que, por otro lado, simultáneamente un imperio musulmán había avanzado hasta Marruecos e invadido España, amenazando a Europa. En tal momento, la resistencia de Asturias se vinculó, con la creación de Carlomagno, que de alguna manera intentaba recrear aquella creación europea del Imperio Romano, con una influencia extraordinaria de la cultura helénica y un impulso nuevo que desde Israel llegaba con el cristianismo. Todo eso podía venirse abajo con las invasiones de los nórdicos eu-ropeos. Carlomagno planteó entonces la vinculación de Europa. Pero duró muy poco, ya que los herederos de Carlomagno lo echaron abajo casi inmediatamente, con la pugna entre Francia y Alemania. Pero, además, posteriormente, una y otra vez na-cieron nuevas disensiones, algunas tan duras como la surgida entre Inglaterra y Francia, que dio lugar a la Guerra de los Cien Años.
Más adelante existió el intento de Carlos V de vincular políticamente España al mundo alemán, que le había elegido Emperador. Ese intento tuvo enseguida la oposición de Francia y de la alianza de auténticos señores germánicos separatistas. Su caída se debió al conjunto del auge del romanticismo, generador de multitud de nacionalismos, que culminaron tras la I Guerra Mundial-.
A partir del siglo XVIII, con la Revolución Industrial se borró otro intento surgido en Francia con Napoleón. Los planes de éste, de crear un Imperio europeo centrado en Francia, desaparecieron fundamentalmente por las acciones de Inglaterra, Rusia y España.
Todavía surgió otra consecuencia derivada de las pugnas nacionalistas, el intento de Hitler. Recuerdo cuando este planteamiento, por lo que respecta a España y concretamente en lo económico, se ligó a la idea de una Europa unida. Pero un artículo del economista José Antonio Piera Labra mostró a la perfección las ventajas que este proyecto tenia exclusivamente para Alemania, y los perjuicios que así recaían, precisamente, sobre España. Naturalmente, la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial liquidó absolutamente ese nuevo intento de unión económica y política de Europa.
Pero tres personalidades, que habían creado cierto talante político en lo que pudiera calificarse de ámbito germánico, plantearon una novedad. Las tres habían sufrido incluso riesgos personales previamente. Una de ellas era Adenauer, que era católico y aumentó su disparidad respecto a lo que con el nacionalsocialismo ocurría en Alemania. Otro importante político era Schuman, nacido en esa zona, que se podría calificar como franco-alemana. El tercer político era De Gasperi, hijo de un alto funcionario del mencionado Imperio austro-húngaro, que entonces abarcaba buena parte de las zonas septentrionales de la actual Italia; y Alcide de Gasperi, su hijo, incluso había pasado a ser uno de los parlamentarios en Viena.
El 'Brexit' ha demostrado que no existe unanimidad en el concepto de Unión Europea
Las convicciones de los tres chocaban francamente con la posibilidad del triunfo de Hitler, pero, simultáneamente, veían que sus respectivas naciones, Alemania, Francia e Italia, parecían estar obligadas a tener conflictos entre ellas, que las destruían y arruinaban de modo continuo, con costes sociales y políticos considerables. Se daban cuenta, además, de que uno de los vencedores de la II Guerra Mundial era la Unión Soviética, y que ese triunfo suponía algo enteramente anticatólico en todos los sentidos, incluso aún más peligroso que el del nacionalsocialismo. Recordemos que Lenin había logrado derribar no solo el zarismo en 1917, sino que ahora sus sucesores imperaban en zonas crecientes de la Europa Oriental, incluso controlando un país católico como Polonia.
Todo lo dicho creaba un ambiente que, a los tres políticos citados, les impulsó a la acción. Tras una serie de reuniones, de búsqueda de aliados y de debates, que en España podemos comprobar en el libro de Ramón Tamames sobre el Mercado Común, destaca el papel inicial que tuvo, además, la aparición de la Ayuda Marshall, procedente de Estados Unidos, con el fin de frenar la creciente presión de la Unión Soviética sobre una Europa hundida en lo económico, como resultado del pasado conflicto. Eran los primeros momentos de la Guerra Fría. Esa ayuda norteamericana dio lugar, para aumentar su eficacia, a la aparición de la OECE, y el enlace íntimo entre Estados Unidos y Europa Occidental. Todo ello pasó a ligarse con el pensamiento de los tres políticos católicos citados, que pasaron a tener una importantísima ayuda por parte del socialdemócrata Spaak, persona fundamental en el exilio londinense durante la II Guerra Mundial.
Spaak había comprobado las ventajas de marchar hacia el futuro a través de la denominada asociación de Holanda a la Unión Belga-Luxemburguesa. Convertidos en políticos clave de Francia, Alemania e Italia, los citados tres políticos, con el complemento de Spaak, culminaron en 1957 la primera parte de sus ideas de Unión Europea con la firma del Tratado de Roma, creando el Mercado Común Europeo, constituido por esos seis países mencionados. Y ese proceso, así iniciado, rompía con los modelos anteriores, y tuvo inmediatamente el respaldo de numerosos economistas eminentes, como Myrdal o el español José Viñals Iñigues.
Ese optimismo español coincidía con el que incluso la Iglesia Católica señalaba, y también, por cierto, pasaba a tener notable importancia en muchos ambientes de España. Basta citar a Larraz, promotor de un amplio conjunto de trabajos que precisamente impulsaban las perspectivas favorables que para España se derivarían de la vinculación al conjunto del Mercado Común; otra personalidad fundamental fue Castiella, impulsor permanente de la vinculación de España en ese sentido, y con antecedentes doctrinales que eran parecidos a los de la Larraz, quien concretamente estaba vinculado al movimiento derivado de la ACNdP; y tampoco se debe olvidar a Marcelino Oreja Aguirre, del que, para comprender sus puntos de vista, basta aludir a su ensayo La tendencia en busca de la economía gestionada para Europa, en las pags. 379-394 del citado volumen Economía y economistas españoles.
La pertenencia de España a la UE ha propiciado un fuerte desarrollo económico
Este proceso se amplió en el conjunto europeo de modo continuo. Los seis países iniciales han pasado a ser, actualmente, 27. Uno de los cuales, desde 1985, es España, y desde el punto de vista económico, "el desarrollo sostenible se encuentra en el corazón de la política europea a largo plazo, vinculada con fuerza en diversos tratados europeos", expresión que procede de la edición del 2019 de Sustainable development in the European Union. Overview of progress towards the SDGs in am EU context.
Los datos que ofrece Eurostat en ese volumen, a través de multitud de índices que permiten conocer las realizaciones logradas en el desarrollo sostenible en un conjunto de 17 ámbitos, demuestra algo así como un éxito de la Unión Europea.
Con lo dicho se creería que forzosamente el problema actual es el de mantener y ampliar la Unión Europea, porque se ha demostrado que mereció la pena iniciarla con el Tratado de Roma, y no digamos gracias a sus complementos, como el de la unión monetaria. Pero he ahí que, por supuesto tras el portazo dado al euro por el Reino Unido para el mantenimiento independiente de la libra esterlina, mostró que existían en el ámbito de esa vinculación europea no precisamente unanimidades. Cuando he escuchado en la conferencia final de los Cursos de La Granda, el 31 de agosto de este año, la excelente lección del gobernador del Banco de España, Hernández de Cos, parecía mostrarse también un conjunto de señales sobre ventajas de la ampliación del mundo comunitario en el terreno fiscal. Pero, en estos momentos, ha pasado a existir el Brexit, cuyo ámbito, puede incluso ampliarse, y con derivaciones que han sido analizadas de modo notable por Sergio Vela, en Información Comercial Española, julio-agosto 2018, donde muestra de "cómo un importante conjunto de economistas y políticos reclaman avanzar de forma más densa en la unión monetaria", lo que lleva a Vela a recordarnos los puntos de vista de Stiglitz, los cuales se encontraban ya a mi juicio superados por esa gran autoridad que es el profesor Torrero.
Seguramente esa alusión a a la obra de Stiglitz, El Euro, cómo la moneda común amenaza al futuro de Europa, tuvo una réplica precisamente en ese ejemplar de Información Comercial Española, donde se incluye multitud de exposiciones que muestran que ese es el camino adecuado, y que España hizo muy bien decidiendo seguirlo, desde 1967, como se explica en párrafos del artículo de Beatriz de Guindos, Jordi Fornells Frutos y Francisco de Paula Roig, titulado Novedades en la aplicación de la política de la competencia de la Unión Europea en 2018, al indicar cómo uno de los grandes éxitos derivados de la acción comunitaria "ha sido la lucha contra los cárteles", cuyo éxito "ha estado ligado al buen funcionamiento del programa de clemencia". Un aspecto más que muestra que España debe seguir por ese camino.
Nuestro futuro, como señalaron Ullastres y Castiella, y más adelante Leopoldo Calvo Sotelo y Marcelino Oreja, si tuviese que abandonarse la Unión europea, sería algo análogo, para una España actual, a si el Emperador Carlos V hubiese cedido y quedado solo como Rey en España, y no como Emperador, sucesor de Carlomagno.
Desde luego, la continuidad europea de España es precisa para que continue un fuerte desarrollo económico; pero el desarrollo económico no lo es todo. Por eso, conviene tener en cuenta aquellas palabras de San Juan Pablo II en Santiago de Compostela, que también cierra el artículo del profesor Ignacio Danvila del Valle: ¿Es ésta la Europa que queremos?, publicado en ABC el pasado 14 de marzo, donde se destacan aquellas palabras del citado gran Pontífice: "Europa, vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Recupera los orígenes". Así, y no solo con lo económico, se completaría todo. Pero me acaba de llegar la noticia de que ese profesor que tanto acierta al tratar de problemas debatidos de interés social, político y económicos extraordinarios, Víctor Pérez Ruiz, ha concluido un trabajo y me anuncia su envío. El título es Europa como Ícaro o como Dédalo, con alas de cera, más allá de la polarización y tiempos de aprendizaje. Puede servir, posiblemente, para completar todo lo que acabo de plantear.