Opinión

El debate del 11 de noviembre

    Líderes de los partidos políticos en España

    José María Triper

    Más allá del debate a cinco, que la experiencia demuestra los debates de campaña apenas deciden el 7 por ciento del voto de los indecisos, el verdadero debate y en el que nos jugamos todos el futuro del país es el del 11 de noviembre, el debate de los pactos.

    Si la avalancha de sondeos que hemos conocido este lunes de la recta final de la campaña aciertan, al menos en la tendencia, y esta vez coinciden todos, el escenario que va a dibujar el nuevo Parlamento sólo va a ofrecer una posibilidad de formar ese gobierno estable y sólido que es imprescindible para afrontar con eficacia y con firmeza la insurrección secesionista en Cataluña y la crisis económica que ya está empezando a dejar sus efectos perniciosos sobre el crecimiento y la creación de empleo, el acuerdo entre PSOE y PP con el añadido de Ciudadanos, si es que resiste al hundimiento que le pronostican la totalidad de los sondeos.

    No es casual que los pactos postelectorales se hayan convertido, junto a Cataluña, en el tema central de la campaña con un Pablo Iglesias alertando a los suyos sobre un gobierno de coalición o un acuerdo de investidura con condiciones entre Sánchez y Casado, mientras que los aludidos han pasado de la entente cordiale de la precampaña a negarse el pan y la sal en la última semana, aunque en medios solventes de ambas formaciones aseguran que las puerta al entendimiento "no están cerradas", aunque sí admiten que empiezan a entornarse.

    Se necesita responsabilidad en la clase política y no que se dedique a tirarse los trastos

    Especialmente ha sorprendido en las filas populares la dureza de Sánchez al rechazar esa gran coalición acusando al PP de pactar y gobernar con la extrema derecha y volver atizar el miedo a Vox. Sobre todo porque, recuerdan, que "si alguien tendría que avergonzarse de los pactos debería de ser el propio Sánchez" que no tuvo escrúpulos para ocupar el Gobierno con los votos de Puigdemont y de Junqueras, los de los populistas y antisistema de Podemos y los de Bildu, que no son sino los herederos de los terroristas de ETA en el País Vasco.

    Incluso entre algunos destacados socialistas ha causado malestar esta rotunda negativa que justifican por la verborrea mitinera, mientras confirman que fueron el propio Sánchez y sus asesores quienes favorecieron el despegue del partido de Abascal para debilitar el crecimiento del PP. Y tampoco ocultan que Sánchez es "imprevisible y su ambición puede llevarle a firmar lo que sea o a pactar con cualquiera, con tal de mantenerse en el poder". Incluso aunque tenga que repetir ese "gobierno Frankestein".

    La carta de Junqueras al presidente en funciones, las declaraciones de Rufián e, incluso, las propias palabras de Sánchez calificando al vicepresidente del gobierno catalán, Pere Aragonés, de "independentista razonable", son indicios que apuntan en esta dirección, si al final es el único camino que le lleva a seguir durmiendo en La Moncloa.

    En estos momentos en los que el país se encuentra inmerso en una crisis territorial y en la ya citada de la economía, cuando en el escenario internacional pintan también bastos, y cuando más se necesita políticos con responsabilidad y sentido del Estado, resulta que los nuestros se dedican a tirarse los trastos y a defender sus intereses personales y partidarios en lugar de los de los ciudadanos a los que deberían servir. ¡Vayas tropa!, que cuentan que dijo Romanones refiriéndose a los miembros de la Academia que le habían prometido el voto, y no le votó nadie.