La huelga de los empleados de gasolineras pidiendo más sueldo ha provocado dos días de colas para repostar. Al menos es de agradecer que los sindicatos no hayan tomado como rehén al consumidor y hayan desarrollado la convocatoria fuera de los días de vacaciones. En todo caso, el seguimiento de la huelga no fue ayer masivo -apenas superó el 55 por ciento-, los servicios mínimos se mantuvieron y no hubo incidentes violentos. Los empresarios de las gasolineras tienen razón al responder a los sindicatos que los márgenes de su negocio no son suficientes para una mayor alegría salarial. Sobre todo, porque el volumen de beneficios se han visto recortado -según gasolineras, en más del 30 por ciento- por la nueva prohibición legal de vender alcohol y tabaco. En este problema no hay marcha atrás y es normal que los empresarios ajusten los sueldos a la productividad de las gasolineras. Pero tampoco hay que perder de vista que el sector de las estaciones de servicio tiene también poco margen porque la liberalización de precios no ha alcanzado la madurez deseable. Algunas grandes compañías distribuidoras de petróleo siguen ejerciendo una influencia demasiado importante sobre el mercado, pese las sentencias contrarias del Tribunal de Defensa de la Competencia. A esto se suma que las empresas extranjeras son reacias a entrar en España, debido las trabas burocráticas para abrir gasolineras y a que los sitios más rentables están ya copados. En estas condiciones, los empresarios de las gasolineras pueden competir muy poco en precios y explorar posibilidades de aumentar los márgenes. El Gobierno debe idear un sistema que incentive mucho más la competencia.