Estabilidad y capacidad de trabajo. Ésas son las dos condiciones indispensables que necesita el Gobierno catalán para afrontar la nueva etapa política que se acaba de abrir. Cataluña lleva más de siete años en un pantanal político. Primero, porque se trataba de la última legislatura de Jordi Pujol, y luego, porque Pasqual Maragall y el Tripartito se metieron hasta el cuello en el barrizal que ha sido la gestión y nacimiento del nuevo Estatut. Desde 1999, Cataluña ha perdido peso económico dentro del conjunto español y las infraestructuras imprescindibles para su desarrollo todavía están por construir. Por ese motivo, el nuevo Ejecutivo debe ser un Gobierno con los cimientos bien asentados, que permita a sus miembros trabajar en una sola dirección a favor de Cataluña. El líder de CiU, Artur Mas, tiene la obligación de tomar la iniciativa y abrir conversaciones con el PSC de José Montilla para tantear la posibilidad de formar la denominada sociovergencia, la alianza preferida por los empresarios catalanes, según la encuesta que publicó elEconomista. La alianza de los dos partidos mayoritarios garantizaría la estabilidad suficiente en Cataluña y en España para centrarse en potenciar el crecimiento económico autonómico y del resto del Estado. Sin embargo, Montilla puede ser presidente de la Generalitat y apurará la negociación para reeditar el Tripartito, una opción que no gusta ni al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Si ésa es la solución final, Montilla debería fijar muy bien el reparto de responsabilidades entre ERC, ICV y PSC para impedir luchas intestinas, una misión casi imposible con los republicanos y los socios ecologistas crecidos por el resultado.