Los ingresos por comisiones de los cinco grandes bancos españoles crecen a doble dígito en los nueve primeros meses de este año. En concreto, los cobros derivados, sobre todo, de capítulos como la comercialización de tarjetas de crédito y débito o de productos financieros avanza un 10 por ciento respecto a 2017 y suma casi 6.700 millones. Se trata de una tendencia al alza, que ha venido para quedarse. En primer lugar, debido a que actúan factores que las entidades no pueden controlar, como es el cambio de la tributación de las hipotecas que, previsiblemente, se producirá a partir de este lunes. Todo apunta a que el Pleno del Supremo dictaminará, respecto al nuevo crédito de este tipo, que serán los bancos y no los clientes los sujetos del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados. Por tanto, lo previsible es que las entidades repercutan la nueva carga a través de un alza de las comisiones ligadas a las hipotecas. Pero, además, hay razones de más alcance que justifican el avance de los ingresos derivados de este capítulo. El alza de estos cobros se produce sobre un punto de partida que sigue siendo muy bajo. Resulta bien conocida la costumbre de la banca española de priorizar la permanencia del cliente, lo que le lleva a reducir al mínimo el cobro por prestación de servicios y oferta de productos, pese al coste que implican. Como resultado, nuestras entidades presentan unos ingresos en este capítulo muy inferiores a la media europea. Se trata de una situación difícil de sostener en momentos como el actual, en los que el crédito apenas crece en términos netos. La banca española necesita potenciar sus ingresos, por lo que es lógico que, de modo progresivo y razonable, busque más rendimientos y mejore sus cuentas.