Los mercados de petróleo han seguido beneficiándose de unos fundamentales sólidos, con la demanda impulsada por las buenas condiciones macroeconómicas. Ahora el precio del barril de petróleo ha superado máximos desde 2014, situándose por encima de su nivel de equilibrio por fundamentales a largo plazo. Tres factores explican esta prima: geopolíticos, sentimiento del mercado financiero y disciplina de la OPEP. Hay que tener en cuenta que han resurgido las preocupaciones sobre la estabilidad en Oriente Medio. A ello se añade que los miembros de la OPEP y Rusia siguen de momento respetando las cuotas de producción y los inventarios de la OCDE han caído por debajo de su media móvil de cinco años. Así que ahora OPEP y Rusia pueden permitirse relajar un poco la disciplina. De todas formas pueden acordar un nuevo objetivo de inventarios o extender los recortes de producción más allá de su expiración programada. Sin embargo, estos factores, que tienden a favorecer un menor suministro de petróleo, se ven en gran parte contrarrestados por la actividad de perforación estadounidense, que continúa a un ritmo sostenido, con 73 nuevos yacimientos desde finales de 2017. Además, por la parte de demanda, parece improbable que el crecimiento del PIB mundial se acelere en este momento. De manera que suministro y demanda de petróleo parecen relativamente equilibrados. Por ello, más allá de los factores que pueden resultar temporales, nuestra estimación de precio de equilibrio ha sido recientemente de 63 dólares para el barril WTI y 66 dólares para el Brent. De todas formas las empresas de exploración y producción de EEUU están volviéndose más disciplinadas y ya no destinan todo su efectivo a perforación. De hecho es previsible que la totalidad de la industria se adhiera progresivamente a esta tendencia, única forma de asegurar la sostenibilidad a largo plazo. De momento el petróleo de esquisto ya ha obligado a la industria convencional, que cuenta con excelente poder de adaptación por su naturaleza tecnológica, a reinventarse. El esquisto representa 6 por ciento del suministro mundial de petróleo, lejos de ser el único conductor, pero, permaneciendo el resto igual, pone tope al precio, como mínimo cambiando la naturaleza del ciclo de inversión, que en el pasado era de largo plazo. El petróleo de esquisto, inicialmente tomador de precios, es ahora un factor junto con Oriente Medio y Rusia. De hecho esta industria de EEUU está en camino de bombear un millón de barriles diarios este año, suficiente para cambiar el equilibrio oferta-demanda a escala global y limitando la presión alcista de precios -puede llegar a atender al grueso del crecimiento de la demanda mundial de petróleo los próximos años-. Además, pese al ímpetu de la producción de petróleo de esquisto, ha aumentado riesgo de que la oferta de EEUU se reduzca los próximos trimestres ante el aumento de los costes de servicios, problemas operativos y retrasos de mejora de infraestructuras de oleoductos. Hay que tener en cuenta que las empresas de exploración y producción de EEUU se enfrentan al retorno de inflación en sus costes a medida que los servicios que reciben intentan retrotraer las concesiones pasadas. La calidad de sus activos, acceso a infraestructuras y economías de escala van a crear divergencia y ya están empezando a surgir ganadores y perdedores. En el resto de la industria son especialmente atractivas las grandes empresas integradas, tras una enorme inversión en capital fijo que, con un esfuerzo incesante en reducir costes y mejorar eficiencia, pueden pagar dividendo en efectivo en 2018 a uno precios de 55/60 dólares/barril. En concreto las empresas integradas de petróleo en Europa muestran una rentabilidad potencial por dividendo del 6,6 por ciento frente al 5,2 por ciento de la mediana de los diez años anteriores. El caso es que la integración vertical en la industria de servicios petroleros está proporcionando ahorros significativos. Sin embargo la exploración de aguas profundas ha sido tal vez el segmento más afectado los últimos años, con un número significativo de empresas casi irrelevantes. Aún representa alrededor del 15 por ciento del crudo mundial y conserva un enorme potencial de recursos, siendo la rentabilidad de su producción existente competitiva con el petróleo de esquistos, pero los nuevos proyectos se enfrentan al desafío de los costes y enormes requisitos de capital. En cualquier caso el petróleo de esquisto ha hecho de la industria algo bipolar como inversión. El crecimiento se da en esquisto, donde productores y proveedores de servicios están bien situados para ser los ganadores relativos.