En cuestiones de medio ambiente, hay posiblemente pocas cosas de las que los españoles podamos sentirnos orgullosos. Y una de ellas, sin duda, es nuestro sistema de tratamiento de basuras. Apenas ocho años después de que se iniciara en Madrid y Cataluña la recogida selectiva, se ha conseguido reciclar ya uno de cada dos envases de cartón o plástico y más del 40 por ciento de los de vidrio. Los ciudadanos saben que cada uno debe de ir a un contenedor distinto y nuestro país será uno de los primeros en cumplir así con los objetivos marcados por la Comisión Europea. En 2008 se reciclará el 60 por ciento del total de los residuos que se generen y España dará una lección de ecologismo a sus vecinos.Gran parte de este éxito obedece al buen hacer de dos sociedades, Ecoembes y Ecovidrio, las encargadas de articular el funcionamiento del sistema. Con el apoyo de las administraciones públicas y participadas por fabricantes, cadenas de distribución, productores de envases y empresas de reciclaje, han conseguido alcanzar cada uno de sus objetivos.Todo hasta que la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, ha empezado a preocuparse más por las finanzas que por el futuro de nuestros bosques. Su última idea es que las empresas paguen todo el proceso de recogida, y no el sobrecoste que implica la separación de envases, tal y como ocurría hasta ahora. Las consecuencias no se han hecho esperar y la industria alimentaria ha decidido plantarse. Fiab, la patronal de las empresas de alimentación y bebidas, ha amenazado con romper el sistema, con lo que, salvo acuerdo de última hora, todo lo logrado hasta ahora podría irse al traste. Las empresas españolas han demostrado más de una vez su ecologismo, pero también tiene la obligación de ganar dinero. Obligarles a solucionar los problemas económicos del Gobierno sería ridículo. Esperemos que el proyecto de Narbona acabe en la basura. Y sin reciclaje.