El pasado 3 de enero entró en vigor la directiva europea conocida como Mifid II con el objetivo de dotar de mayor transparencia a los mercados y aumentar la protección de los inversores en productos financieros. Pocos meses después, podemos decir que Mifid II está beneficiando al cliente gracias a que el nuevo marco normativo exige mayor calidad de asesoramiento, transparencia e información. No obstante, también es cierto que la cantidad de papeleo y burocracia que éste tiene que asumir ha aumentado exponencialmente. Ahí entran en juego los family offices, que trabajan para facilitarles la vida a las familias de inversores. Pero, ¿de qué forma pueden hacerlo? Básicamente, tratando de simplificar, en la medida de lo posible, todo trámite administrativo que resulte engorroso para sus clientes, liberándoles del estrés que ello supone. Y no se conforman con eso, sino que también les acompañan muy de cerca en el proceso de inversión, logrando facilitar y minimizar los inconvenientes de todo aquello que pueda resultar complejo. Su vocación, en fin, es trabajar cerca de las familias. Esta vocación de cercanía se traduce, literalmente, en ir de la mano del cliente para informarle de cada paso y familiarizarle con un lenguaje financiero que en ocasiones suele ser difícil de seguir para quienes no son especialistas en la materia. Con la entrada en vigor de Mifid II, una parte importante de las casas y bancas privadas dedicadas al asesoramiento financiero tienen la obligatoriedad de cobrar explícitamente a los clientes por este servicio. Lo cual se traduce en un impacto importante sobre sus cuentas de resultados, ya que, de la noche a la mañana, dejan de cobrar por retrocesiones de los productos que comercializan, y tienen que variar su modelo de negocio hacia una recaudación de comisiones más transparente. Mifid II permite también que el cliente esté informado permanentemente de una forma más completa, transparente y detallada de los gastos relativos a todos los servicios que reciba y operaciones que realice. Lo ideal es que en un family office las familias interactúen y se sientan parte del equipo. De esta forma se consolidan, monitorizan y gestionan todas las posiciones que tengan en diferentes entidades para evitar que se pierda información. Pero también es importante que se alineen las estrategias de inversión que se hayan definido para cada cliente sin perjuicio de las distintas entidades donde deposite su patrimonio. Por último, existe otro requisito importante generado por la entrada en vigor de Mifid II, que es el que se refiere a la formación de los analistas. El problema que existía en este ámbito es que había personas vendiendo productos que no entendían. Esto estaba provocado en gran parte por la saturación de clientes que tienen algunas entidades, algo que les obligaba a poner al frente de carteras de inversión a personas sin cualificación suficiente. En los family offices más serios y solventes, la formación financiera siempre ha sido una premisa indispensable, debido a que las familias están directamente en contacto con un equipo de analistas que tienen que cumplir un estándar de calidad alto. Eliminando intermediarios, y estableciendo canales de comunicación directos entre las familias y aquellos que toman decisiones finales, se evita la pérdida de información y se optimizan tiempos, lo cual redunda en el logro de mayores rendimientos en las carteras.