Los objetivos globales que se alcanzaron en la reunión COP 21, conocida como el Acuerdo de París, mediante el compromiso de los países firmantes a través de las correspondientes contribuciones nacionales, persiguen adoptar las acciones necesarias para mantener el incremento de temperaturas por debajo de los dos grados sobre los niveles preindustriales, e intentar que el límite sea incluso solo de 1,5 grados centígrados. Para ello, hay que conseguir que el techo de las emisiones de gases de efecto invernadero se alcance tan pronto como sea posible para ir descendiendo a partir de esa fecha, y que las emisiones netas sean cero durante el período 2050-2100. Es necesario abordar una transformación del sector energético dentro de la descarbonización de nuestra economía. Esta transformación tiene dos drivers fundamentales. Por una parte, los compromisos asumidos en los acuerdos del clima con el fin de limitar las emisiones de CO2 gracias a la utilización de tecnologías limpias no emisoras de gases de efecto invernadero, de forma que el cambio climático no nos lleve a un incremento de más de dos grados. Por otra parte, los avances tecnológicos en materia de generación y consumo de energía, que nos permiten disponer actualmente de tecnologías limpias con costes muy competitivos. La hoja de ruta marcada por la UE considera que en el año 2030 la reducción de gases de efecto invernadero deberá reducirse en un 40 por ciento con relación a las emisiones habidas en el año 1990 y que esta reducción deberá alcanzar entre el 80 y el 95 por ciento para el año 2050. En ese último año las emisiones de CO2 en el sector eléctrico deberán ser prácticamente inexistentes para compensar la mayor dificultad de reducir emisiones en otros sectores. El gas natural, para el periodo transitorio y a largo plazo, puede y debe jugar un papel fundamental tanto en el sector eléctrico como en el sector de transporte hacia una movilidad sostenible. Vivimos un momento clave para abordar la transición energética hacia un modelo más descarbonizado. Todo el mundo considera que las palancas más eficaces para conseguirlo son impulsar el ahorro y la eficiencia energética, incrementar la presencia de energías renovables e impulsar la electrificación de la economía Las actuaciones que se lleven a cabo con relación al mix de generación deberían ir orientadas a la necesaria descarbonización de la economía dejando paso a otras tecnologías más limpias. No cabe darle expectativas de medio o largo plazo a un tipo de generación que emite el doble de gases que los ciclos combinados. Máxime cuando éstos se encuentran infrautilizados dificultando la recuperación de las inversiones realizadas por las compañías, quienes actualmente reclaman a la Administración pagos de capacidad para asegurar dichas inversiones. En lo relativo al sector eléctrico cabe hacer algunos comentarios. En primer lugar, la necesidad de reducir casi a cero las emisiones y el hecho de poder contar con tecnologías limpias a precios competitivos, nos conduce a la necesidad de incorporar el máximo de energías renovables. En segundo lugar, con relación al mix de generación que se estime apropiado, es necesario que cumpla con la condición de seguridad del suministro, es decir, que las tecnologías presentes en el mix sean capaces de mantener la continuidad del servicio. Otras dos cuestiones deben ser consideradas: la primera, que la transición energética debe conducir, en lo posible, a una descarbonización del sistema eléctrico; y la segunda, que tal objetivo debe alcanzarse de la forma más eficiente posible. Las energías renovables presentan indudables ventajas como la sostenibilidad medioambiental, la reducción de emisión de gases de efecto invernadero para el cumplimiento del Acuerdo de Paris y la reducción de la dependencia energética exterior al disminuir la importación de combustibles fósiles con la consiguiente mejora de la Balanza Comercial. Sin embargo, la disponibilidad del recurso energético renovable (sol y viento) no está sintonizada con las necesidades del sistema y tienen una alta variabilidad y una difícil predictibilidad, dificultando la programación de la operación del sistema eléctrico. Se trata de una generación no gestionable, que presenta la necesidad de un control específico. En consecuencia, se necesita un tipo de generación complementaria y de respaldo, con energía firme pero flexible, para hacer factible el balance de generación, así como para disponer de reservas de operación para amortiguar las posibles oscilaciones y para dotar al sistema de estabilidad ante faltas, además de incrementar el control de tensión (más necesario ante una presencia masiva de energías renovables) y la potencia de cortocircuito. Los ciclos combinados con gas natural, por su alto rendimiento y menor contenido relativo en carbono que el resto de combustibles tradicionales, son la respuesta adecuada por su firmeza y por su flexibilidad para el balance de generación, especialmente si en el mix hay una presencia masiva de energías renovables ya que con su flexibilidad permiten compensar la alta variabilidad de éstas. Recordemos que los ciclos combinados tienen un tiempo de arranque de alrededor de 4-5 horas actuando como reserva fría y que alcanzan plena carga en una hora actuando como reserva caliente (más rápidas que la generación térmica clásica). En el sistema eléctrico, además, es necesario un equilibrio dinámico y, por lo tanto, se precisa disponer de una capacidad de generación instantánea y de unas reservas (primaria, secundaria y terciaria) que permitan una regulación suficiente y una respuesta adecuada para mantener los parámetros eléctricos dentro de márgenes de seguridad y calidad. Así, los servicios complementarios, también llamados servicios de ajuste, son aquellos servicios necesarios para asegurar el suministro de energía eléctrica en las condiciones de seguridad, calidad y fiabilidad requeridas. En definitiva, para cubrir todas estas necesidades, los ciclos combinados, por su flexibilidad ya mencionada, ofrecen las soluciones que precisa el sistema eléctrico ya que, además, presentan la inercia necesaria para absorber las variaciones de frecuencia.