L es golpean con multas enormes. Sufren investigaciones constantes. Facturas multimillonarias de impuestos atrasados salen de repente de la nada pese al hecho de que los países en los que tienen su sede dicen que han pagado todo lo que debe. La UE se ha vuelto tierra hostil para los gigantes tecnológicos globales. Pero ahora los líderes políticos del continente han propuesto su idea más peligrosa hasta el momento. Francia y Alemania van a impulsar nuevas medidas para recaudar miles de millones en impuestos de Google, Apple o Amazon. El plan es cobrarles por la facturación en cada país, en lugar de dejarles desviar los impuestos a través de Irlanda, o de alguno de los otros países de la UE con baja fiscalidad. Es verdad que a simple vista los grandes países europeos bien podrían reunir algo de efectivo extra que les ayudará a rellenar agujeros de sus presupuestos sociales. Pero el precio será alto. Los impuestos que fija la UE acabarán por pagarlos los consumidores, se perderá todo el emprendimiento y la competencia que permite la tecnología, y lo peor de todo, con el tiempo ahuyentarán la inversión en el sector que es más probable que cree riqueza en las décadas venideras. Sería difícil imaginar una política más autodestructiva y miope. En los últimos meses, la UE ha dejado totalmente claro que su objetivo son los gigantes tecnológicos estadounidenses. Alphabet, la matriz de Google, es la que más ha estado en el punto de mira, con una enorme multa de 2.400 millones de euros por abusar supuestamente de su posición en búsquedas, pese a que había pocas pruebas que apoyaran la acusación. Apple sufrió una factura de impuestos atrasados de 13.000 millones de euros por sus operaciones en Irlanda, pese a que el Gobierno irlandés está totalmente de acuerdo con la cantidad pagada. Amazon está siendo investigada por abusar de su predominio en los e-books, y otros mercados, mientras que en el pasado habido largas investigaciones a Microsoft y Intel. De hecho, en todos esos casos los argumentos legales de la UE, así como en sus exigencias de una factura de divorcio a Reino Unido por el brexit, son extraordinariamente endebles. Google, por ejemplo, parece ahora dispuesta a apelar contra su multa después de que Intel, el fabricante de chips estadounidense, ha ganado por fin, después de ocho largos años de argumentos jurídicos, su caso en el Tribunal de Justicia Europeo contra una multa de 1.000 millones impuesta en 2009. A menudo parece que la Comisión simplemente opta por pegar a algunas grandes compañías estadounidenses, y luego inventa por el camino excusas legales para hacerlo. El asalto a la tecnología, sin embargo, está a punto de volverse mucho peor esta semana. En una reunión de los ministros de finanzas de la UE, Francia, Alemania, Italia y España propondrán esta semana que los gigantes de EE UU deberían tener que pagar un 'impuesto compensatorio' basado en su facturación de modo que no puedan reducir sus facturas desviando el negocio a través de Irlanda, Luxemburgo o alguna de las otras naciones con baja fiscalidad de la UE. Cuánto pueda sumar eso está por ver, pero se está hablando en la región de una cifra en torno al 3 o 5% de la facturación. Tendrán que aprobarlo los 28 ministros de economía -y se puede dar por hecho que a los irlandeses y algunos países más no les gustará- pero con las cuatro grandes naciones apoyándolo, y con Emmanuel Macron, el presidente francés, impulsando con entusiasmo la armonización fiscal, parece más que posible que se volverá ley más pronto que tarde. Desde luego que los grandes países recaudarán probablemente unos pocos miles de millones más en impuestos si se aprueba. Apple, Amazon y Facebook tendrán que escarbar en sus ciertamente saludables cuentas bancarias, y encontrar algo de dinero extra para pagar esos gravámenes, junto con todas las multas que tienen que desembolsar, a su vez. El problema es que al mismo tiempo que recaude el dinero, la UE va a causar grandes daños a la economía europea en general. Hay cuatro motivos. En primer lugar, los impuestos sobre sociedades no los pagan realmente las compañías. Los pagan los consumidores. Eso es válido para cualquier impuesto de sociedades estándar, pero será aún más válido dada la clase de "impuesto a la facturación" que está considerando la UE. En la práctica será una multa adicional sobre todo lo que usted compra en internet. Eso no solo eleva el coste de comprar online, sino que discrimina específicamente al sector más vibrante y con más crecimiento de la economía, al tiempo que favorece al más ineficiente y pasado de moda. ¿Inteligente? Más bien no. Luego, ignora el impacto general de la tecnología. Se puede discutir todo lo que se quiera sobre si Apple o Amazon pagan tantos impuestos como deberían. Quizás sí que explotan que la mayoría de transacciones de internet se pueden 'localizar' allá donde resulte que esté colocado el servidor, algo que no se puede hacer en el mundo analógico. ¿Pero y qué? También hay que recordar que Apple ha creado una enormemente vibrante 'economía de las apps' mientras que Amazon ha creado industrias totalmente nuevas que no existían hace una década. Montones y montones de personas trabajan en ellas, y miles de emprendedores han encontrado exitosos nichos como proveedores de esos gigantes. Si se les frena, se está frenando también a esos trabajadores y pequeños negocios -así como deteniendo miles de startups que ni siquiera se han imaginado aún. Eso no suena muy hábil tampoco. En tercer lugar, es un paso hacia la limitación de la competencia fiscal. Puede que a la UE, así como a políticos de Estados grandes como Macron, le guste que los impuestos se igualen a lo largo del continente,. Es más difícil fijar impuestos altos cuando el vecino de al lado está ofreciendo un impuesto menor. Pero la competencia fiscal es buena, exactamente igual que la competencia en cualquier otra cosa. Es una de las pocas fuerzas que mantienen bajo control a los Gobiernos. Una vez que se fija un impuesto del 5% sobre la facturación, ¿qué impide que suba al 10, el 20 o el 30%? Si a las empresas no les dejan establecerse en algún otro lugar, nada. Por último, el fuerte impacto de la guerra contra la tecnología de la UE va a desalentar la inversión. La lamentable combinación de multas, investigaciones e impuestos más altos empezará a acumularse. Nadie sabe exactamente donde podría estar el punto de inflexión, pero podemos estar seguros de que tiene que haber uno. No es que de repente Facebook y Alphabet estén a punto de salirse de Europa. Es un mercado demasiado grande. Pero también está en declive económico y demográfico. Un día, Sudamérica, China, Rusia, Oriente Próximo y China parecerán lugares mucho más fáciles para invertir, y Europa no será la prioridad para nadie. La UE parece tener la intención de acosar y castigar al sector más dinámico de la economía. Si el Reino Unido no estuviera ya en la vía de salida, eso por sí solo sería un buen argumento para salir. Sigue siendo chocante que ni Alemania ni Francia, los dos países que lideraron la primera y la segunda revolución industrial, hayan producido todavía ninguna compañía de internet con alguna importancia. En Bruselas, deberían dedicar más tiempo a preocuparse de por qué ocurre eso, en lugar de atacar a los gigantes estadounidenses -porque al final es su propia economía la que más daños sufrirá.