Google, el gigante de la búsqueda de información por Internet, se ha rendido a YouTube, una empresa que ha demostrado ser más alta y más guapa y le ha ganado por goleada en lo que más importa ahora en la Red: el mercado de los internautas que descargan o manejan entre sí sus propias informaciones -en este caso, vídeos- gracias al sistema que les facilita una compañía. Como diría un analista, en la Red se está imponiendo el contexto al propio contenido. Google pagará 1.650 millones de dólares en sus supervaloradas acciones en bolsa a dos visionarios veinteañeros por hacerse con una compañía que apenas tiene 20 meses de vida. ¿Creen que vuelven los años locos de la burbuja tecnológica? Pues esta vez se equivocan. YouTube acapara el 46 por ciento de la industria del vídeo por Internet y recibe cada mes 50 millones de visitantes, que dedican 26 minutos de media a su página web y se descargan 100 millones de vídeos. La mayoría de los clientes son jóvenes, les gustan más los vídeos que la televisión y pertenecen al tipo de audiencia que se rifan la mayoría de quienes ponen anuncios publicitarios. Esta vez no hay burbuja. De hecho, dos nuevos mercados -el de vídeos y el de relaciones sociales o social networking- son los responsables de buena parte del actual crecimiento de la publicidad por Internet. El aterrizaje en bolsa le había quitado a Google mucho del glamour del amateur y de la aureola progre que tanto gusta a los internautas jóvenes. Ahora debe justificar cada trimestre sus cuentas -algo bastante más prosaico-, satisfaciendo a la vez las necesidades y gustos de sus fans. Comprando YouTube, Google consigue las dos cosas: afianzarse en la vanguardia y completar sus actividades con una gran cartera de nuevos clientes en un mercado con mucho futuro.