La fuerte creación de empleo en España es un hecho desde hace años que los más críticos con el Gobierno, y especialmente con su reforma laboral, tienden a atribuir exclusivamente a la recuperación del PIB. Es más, estas voces achacan a dicha reforma la responsabilidad de una supuesta evolución desequilibrada del mercado laboral, consistente en una primacía creciente de los empleos temporales sobre los indefinidos. Los datos, sin embargo, desmienten el tópico. La contratación sin caducidad predeterminada se encuentra actualmente inmersa en un periodo de 38 meses de avance ininterrumpido. Una tendencia de tan larga duración es inédita en la historia económica española y supera a los registros propios de la época del boom (28 meses desde abril de 2005 a abril de 2007). Contrariamente a las creencias superficiales, flexibilizar el mercado de trabajo no conduce automáticamente a su precarización. El verdadero efecto es dotar a los empresarios de una base más sólida para atreverse a crear, con mayor prontitud, empleo estable. De hecho, por primera vez, este tipo de contratación empezó a elevarse respondiendo a los incipientes síntomas de avance del PIB. No fue necesario, como en otras etapas, esperar a que la economía alcanzara una velocidad de crucero cercana al 2 por ciento. En consecuencia, si la temporalidad aún conserva un gran peso se debe a peculiaridades estructurales, como la relevancia del empleo en servicios y estacional en España, no a la reforma laboral. Ésta debe perfeccionarse para paliar esa deficiencia, con medidas como potenciar las políticas activas en la búsqueda de puestos de trabajo más cualificados, pero sus líneas generales se han mostrado efectivas y deben preservarse.