Señores gurús: llevan años diciéndonos que China es un modelo de apertura controlada y el no va más del pensamiento claro y la ejecución certera. Que temblará Occidente, vamos. Sus tesis se apoyan en cifras manipuladas -tantas veces- desde Pekín. ¿Nos creemos el 8 por ciento oficial de préstamos fallidos de la banca china? ¿O será mucho más realista un 30 por ciento? A veces la información ni siquiera se conoce a ciencia cierta. ¿Suman 1.300 millones de habitantes? ¿O son 1.500?Resulta pues que el milagro amarillo se basa, en parte, en una estadística manipulada o desconocida. Quién sabe, quizás algún día estalle la burbuja china. Mientras eso ocurre, los gurús matizan su optimismo intercalando algún que otro riesgo en medio de una retahíla de cifras conocidas: que crecen a un 9 por ciento de media desde hace 27 años, que 400 millones de personas han salido de la pobreza, que es la cuarta economía del mundo, que decenas de millones compran marca blanca.Pero no. China hay que vivirla y respirarla para saber que las cifras mágicas desenfocan la foto. Además, los gurús jamás hablan del modelo ni de qué futuro les espera a esas prósperas generaciones chinas que están emergiendo. ¿Se han parado a pensar qué calidad de aire respiran? ¿Cuánto pesticida ingieren cuando comen? ¿Qué tipo de ocio disfrutan? ¿En qué clase de ciudades viven? ¿De qué intelectualidad o libertad gozan? La receta china es, en realidad, otra cosa.Es la ley de un solo hijo. Es pagar por la salud o morir. Es el dinero como único valor. Es el vale todo para alcanzar la cima. Es la ley como protección del más fuerte. Es la educación teledirigida a la sumisión. Es el nacionalismo, la insolidaridad y la injusticia en cada esquina. Tras tres décadas modélicas, un dato lo resume todo: el 1,8 por ciento de la población retiene el 60 por ciento de la riqueza nacional. ¿Es éste el fabuloso futuro que les espera a los chinos? ¿Es éste el modelo a imitar? ¿Es ésta la China que levanta pasiones?