C recer al 3,2 por ciento del PIB cuando se esperaba el 2,6 por ciento permitió en 2016 cumplir con la UE en materia de déficit. Con casi 0,6 puntos más de crecimiento se recaudó lo suficiente para equilibrar las cuentas. Estos días el protagonismo económico es del Ministerio de Hacienda y su ministro Cristóbal Montoro. Parece que esta semana se conocerá el Proyecto de Presupuestos por el Consejo de Ministros. El titular de Economía, Luis de Guindos, afirma que el cuadro macroeconómico que lo acompaña prevé un crecimiento del 2,6 por ciento para 2017. Cifra que todos los expertos consideran en exceso prudente. ¿Por qué no puede ser como el año pasado? No hay razones para lo contrario. El turismo sigue creciendo. El consumo interno también, porque aumenta el empleo y los salarios tienden al alza. La balanza comercial nunca estuvo tan sana. Aunque las importaciones suban por el coste energético no lo harán demasiado; la amenaza del fracking mantiene los precios del petróleo topados. Los emergentes se recuperan poco a poco y eso mejora la posición de nuestras empresas ,cada vez más abiertas al exterior, incluyendo muchas pymes. En realidad, la crisis cambió nuestro modelo económico. Algo que querían todos los partidos y que han hecho los empresarios españoles a pesar de ellos, con la ayuda de algunos comités de empresa, también a pesar de los aparatos sindicales. La economía productiva ha sido resiliente. A pesar del riesgo político se puede ser optimista en economía. Eso lo sabe el Gobierno y la oposición. Sería, por tanto, el momento de abordar las reformas políticas necesarias, porque como dice el refrán ignaciano: "En tiempos de tribulación no hacer mudanzas" y ahora la economía da un respiro y la matemática del parlamento obliga a acuerdos. Aunque parezca lo contrario, nunca desde la transición ha habido una situación más favorable a un cambio a mejor. Depende de que los protagonistas sepan verlo. ¿Lo harán?