G estionar empresas en tiempos difíciles como los que vivimos no es una tarea fácil. La incertidumbre está a la orden del día y los cambios a los que un directivo se enfrenta son de toda índole, desde económicos, políticos, jurídicos, sociales y tecnológicos. Los riesgos que asumen las empresas tienen efectos decisivos en el crecimiento corporativo y en los resultados. Pero ese riesgo, fundamental para las empresas, está dominado por los hombres. Los relatos empresariales a los que estamos acostumbrados están lleno de estereotipos sobre el género y el riesgo. La literatura académica también revela una estrecha relación entre la asunción de riesgos y la masculinidad, que a su vez nutre la creencia popular de que los hombres buscan los riesgos y las mujeres son reacias a ellos. En el peor momento de la crisis financiera, muchos echaron la culpa del desastre a una cultura empresarial aventurera, despiadada y mayoritariamente masculina. Hay incluso quien defendió que, si las mujeres hubiesen estado al mando, se podría haber evitado la caída. ¿Sabemos cuáles son las fortalezas y las debilidades de las mujeres al compararlas con las de los hombres? Lo cierto es que es un terreno poco estudiado. La literatura académica es abundante en estudios sobre las diferencias de género relativas a la percepción de los riesgos en las empresas, pero en comparación apenas aborda cómo gestionan los riesgos los hombres y las mujeres en un contexto empresarial. Desde nuestra firma hemos identificado que los hombres y las mujeres perciben los riesgos y las oportunidades de forma distinta y, en consecuencia, responden a ellos de manera diferente. A pesar de la percepción generalizada de que las mujeres son más reacias al riesgo que los hombres, las conclusiones a las que hemos llegado nos indican que aunque las mujeres tarden más en llegar a una conclusión sobre si algo constituye o no un riesgo, están igual de abiertas a asumir dichos riesgos. Las mujeres, en conclusión, no se precipitan a la hora de etiquetar una situación como de riesgo. Primero toman en consideración el contexto y los matices para entender bien las implicaciones. Con las oportunidades la diferencia entre hombres y mujeres también es patente. Las mujeres suelen ver menos oportunidades que los hombres en diversos aspectos de la vida empresarial y algunas teorías relacionan esto con la confianza en uno mismo. Existe una brecha de confianza que separa a ambos sexos, consecuencia en parte de la cultura y de la educación. Por tanto, las mujeres reaccionamos a los riesgos de forma distinta que los hombres. Estamos en cierto modo más expuestas, ya que si algo sale mal, nos colocamos en el centro de la diana, estamos en el punto de mira y, por tanto, a veces nos refrenamos un poco. Todo esto afecta a la velocidad y a la naturaleza de la toma decisiones. Los hombres son más proclives a tomar de inmediato una decisión a favor o en contra, lo que facilita la acción. Sin embargo, pueden precipitarse y de hecho lo han hecho en el pasado. En este caso, las mujeres podemos aportar comprobaciones y equilibrios muchas veces necesarios y que disuaden a los hombres de tomar decisiones demasiado rápido. Las mujeres suelen valorar los riesgos y las oportunidades desde una perspectiva global que presta atención a los detalles. Con todas estas conclusiones sobre la mesa está claro que ante un mundo cada vez más complejo y cambiante, contar con ambos sexos en los equipos directivos que deciden sobre los riesgos a tomar puede ayudar a las empresas a estar más preparadas. Los hombres pueden ser más proclives a asumir riesgos y, en general, conllevará grandes recompensas en forma de crecimiento. Pero las grandes apuestas también pueden salir mal. Las mujeres no solo tienden a moderar los comportamientos extremos, sino que poseen más sensibilidad social y dedican tiempo a escuchar y reconocer sentimientos como el peligro y el miedo antes de evaluar atentamente el riesgo empresarial y trazar un plan estratégico. Un equipo mixto aporta más opiniones y es más efectivo al valorar las grandes cuestiones. Es una parte fundamental para colocar a las grandes empresas en una posición de fuerza.