L a última EPA nos ha venido a decir que, de todos los empleos que actualmente se crean en la Unión Europea, la mitad se están generando en España. El aumento en la ocupación entre los meses de julio y septiembre ha superado un poco las expectativas más optimistas, logrando colocar la tasa de paro por debajo del 20 por ciento por primera vez en seis años. Y, si corregimos el efecto calendario, podemos concluir que este trimestre el empleo creció un 0,8 por ciento intertrimestral, duplicando la tasa del trimestre anterior. La Comunidad de Madrid merece un comentario especial porque mejora aún más la fotografía nacional, ya que la tasa de paro roza el 15 por ciento, mientras que su tasa de actividad supera en cuatro puntos la media nacional. Otro de los datos positivos es que el sector privado es el responsable del aumento del empleo, es decir, no se hace a través de gasto público, sino con el esfuerzo de las empresas. El nivel de empleo público se encuentra por debajo de su máximo registrado en plena crisis (2.011). En el último año, el empleo del sector privado ha registrado una subida del 3 por ciento, frente al aumento del 0,59 por ciento del ámbito público. La senda que ha tomado nuestra economía y, por lo tanto, el empleo, es el resultado del dinamismo de nuestras empresas, que son las creadoras de puestos de trabajo, y del favorable entorno generado tras las últimas reformas. En Madrid, se produce un añadido positivo básicamente porque la baja presión fiscal que mantiene favorece el emprendimiento que se traduce en más empleos y una mayor recaudación posterior de la que se favorece, por cierto, toda España a través del Fondo de Solidaridad Interregional. Esta EPA coincide con el debate que se está produciendo en la Carrera de San Jerónimo que concluirá en unas horas con el nombramiento de un presidente del Gobierno, lo cual es una buena noticia, pero los ecos que llegan del debate generan una enorme incertidumbre porque en el mensaje de parte de sus señorías aún se mantiene el objetivo de liquidar las reformas puestas en marcha. Los empresarios de Madrid, con su Presidente Juan Pablo Lázaro al frente, han reiterado en numerosos foros que iniciar esa senda sería generar nuevamente desempleo e impedir ofrecer oportunidades de empleo al todavía importante número de desempleados. No podemos olvidar que la situación ahora es mucho más delicada que al inicio de la crisis porque para poder transitar esta tormenta económica, tanto empresas como familias, se han visto obligadas a descapitalizarse y ahora afrontarían una nueva crisis a pecho descubierto sin reservas. Por eso es importante no sólo que haya un presidente en España, sino también un Gobierno que retome cuanto antes la senda reformista para profundizar en la creación de un ecosistema favorable a la generación de oportunidades laborales para todos, sin olvidar los cuatro millones de personas que aún están en paro con los que el resto de la sociedad estamos comprometidos si realmente nos creemos lo de la solidaridad. Según esta EPA, todo el crecimiento del empleo asalariado entre julio y septiembre fue de carácter temporal y esto no es positivo ni para los trabajadores, ni para las empresas, ni para nuestra economía. Pero si se está produciendo significa que continúa latente el problema de la rigidez laboral. Sigue existiendo pavor a contratar en España, por lo tanto hay que afrontar el problema de manera firme con fórmulas imaginativas que reduzcan la incertidumbre al empleador y aporten estabilidad al empleado. Los países del norte de Europa introdujeron hace años el concepto de la flexiseguridad, que significa aportar seguridad en el empleo y flexibilidad en el puesto de trabajo y sus cifras en materia laboral son envidiables. Por otro lado, tampoco podemos perder de vista la distribución sectorial del empleo. Industria y construcción han concentrado sólo un 5 por ciento del aumento del empleo. El crecimiento de la ocupación se concentró principalmente en los servicios y bienvenido sea, pero una economía realmente sólida no puede depender de un monocultivo porque el riesgo es elevadísimo. Y no nos engañemos porque parte de ese crecimiento es fruto de circunstancias geopolíticas coyunturales, que efectivamente hemos sabido aprovechar. Pero tenemos que transformar el mapa productivo antes de que las circunstancias nos obliguen a hacerlo.