La nueva macroampliación de capital del Popular pone el foco sobre una de las herencias más pesadas de la crisis para la banca española: los activos improductivos, en especial los inmobiliarios. Es cierto que Popular representa un caso peculiar, pues arroja un nivel de toxicidad derivado del ladrillo equivalente al 20 por ciento de sus activos. El promedio del sector en España es tres veces inferior (7 por ciento), pero sus efectos no deben minusvalorarse. Las provisiones que estos activos demandan lastran unas cuentas de resultados ya malheridas por los bajos tipos de interes, la ausencia de demanda crediticia solvente y una regulación cada vez más exigente. El ladrillo, por tanto, es aún un problema para los bancos, que les demandará más ajustes y reestructuraciones.