Acciona compró ayer el 10 por ciento de Endesa y anunció que llegará hasta el 24,9 por ciento. El escenario cambia de forma radical y beneficia el interés del Gobierno de mantener la eléctrica bajo control español. No hay ninguna ventaja de negocio en que una empresa constructora entre en una eléctrica. Además, la astronómica cantidad de dinero que va a pagar Acciona por sus endesas hace imposible interpretar el movimiento sólo como una simple inversión financiera. Sin un motivo estratégico ni financiero, queda el objetivo político para explicar la operación: Acciona quiere tener una posición de dominio en la compañía -sería el primer accionista- y decidir sobre cualquier movimiento en su capital. El 24,9 por ciento que quiere Acciona más el nueve por ciento de Caja Madrid ofrecen una suma accionarial suficiente para dificultar una opa de cualquier otra compañía o el control de su gestión, como pretende E.ON. Además, la compañía alema tendría que superar los 32 euros a los que es previsible que cotice hoy Endesa: demasiado dinero para no mandar. Sobre todo, porque al grupo de accionistas españoles podría sumarse algún inversor -¿puede jugar todavía algún papel Gas Natural?- tentado por la idea, propia o inducida por el Gobierno, de que Endesa siga siendo española. El accionista minoritario de la eléctrica ganará con el nuevo calentón que sufrirá hoy la acción. Pero quien vence de verdad es el Gobierno: si E.ON arroja la toalla, cumple el objetivo y, además, se ahorra el rídículo ser desautorizado hoy mismo por la UE y el bochorno de que el supervisor español de la energía -la CNE-retire las condiciones que impuso a la alemana. O sea, el "final feliz" de Zapatero.