En los últimos años, la política del PNV en el País Vasco ha adquirido tintes de esquizofrenia y de paranoia. Porque los hombres de Juan José Ibarretxe insisten, una y otra vez, en que todos los males les provienen del Gobierno de España. El último de estos males es el recurso interpuesto sobre la consulta-referéndum. Pero ellos, los nacionalistas vascos, no se dan cuenta de los males que causa el terrorismo, al que combaten con una tibieza descarada. No obstante, Ibarretxe y los dirigentes destacados del PNV, como Iñigo Urkullu, saben separar la paja del grano cuando hablan de dineros. Ellos saben muy bien que la crisis nos acecha de manera imparable y concluyen en que una buena manera de sacar tajada es exprimir lo más posible los Presupuestos Generales del Estado. No hay que olvidar que la política de pactos con el Gobierno central no les ha ido mal a los nacionalistas, incluso cuando gobernaba el Partido Popular que tanto critican cuando les viene bien. Se trata de salvar la intendencia de la casa peneuvista. Hace sólo unos días que Urkullu dijo que lo que les pide el cuerpo es "darle a ZP su propia medicina: el no por el no". Sin embargo, ha anunciado que están dispuestos a hablar, porque "somos responsables y los Presupuestos del Estado tienen medidas de acción económica e inversión que afectan a Euskadi". No hay lugar a dudas. La acción económica que depende del Gobierno vasco y las inversiones en obra pública son, hoy por hoy, una pieza clave de la política del ejecutivo de Ibarretxe si quiere concurrir a las próximas elecciones sin problemas añadidos a los que ya tiene. Los nacionalistas saben muy bien que cuando el dinero privado escasea y las grandes empresas afincadas en el País Vasco ven reducida esta vía de ingresos, no hay más remedio que echar una mano con la obra publica. De ahí el apoyo que el Ejecutivo vasco da a las obras del Tren de Alta Velocidad, amenazado permanentemente por los terroristas de ETA.