La semana bursátil comenzó con vigorosos avances en las bolsas europeas, que las llevaron a cerrar rompiendo resistencias clave. En el caso del Ibex 35, el alza registrada fue la segunda mayor del año, del 3,8 por ciento, y situó el selectivo en los 9.971 puntos. A diferencia de situaciones semejantes vividas en las últimas semanas, los rebotes de ayer sí que presentan visos de solidez, en la medida en que, aun cuando las dudas dominan el escenario económico internacional, algunas incertidumbres se despejan, sobre todo en lo que a la Reserva Federal (Fed) concierne. Los decepcionantes datos de creación de empleo de la semana pasada no son compatibles con una subida de tipos este mes o en diciembre (incluso el expresidente de la Fed, Ben Bernanke, la desaconseja con decisión). Por otro lado, en el principal foco de preocupación mundial, China, se dan síntomas de que la desaceleración no es tan grave, hasta el punto de que su actividad manufacturera registró una mejora en septiembre. El panorama es radicalmente diferente a agosto pasado, cuando, tras la tres devaluaciones ordenadas por el banco central chino, el Ibex 35 sufrió un retroceso del 16 por ciento en tan sólo un mes; hubo que remontarse a junio de 2012, en pleno apogeo de la crisis, para encontrar una caída tan profunda en tan poco tiempo. Se trató de un escenario de crash en toda regla, ante el que la única defensa posible era reducir al mínimo la exposición a la renta variable. Quienes lo hicieron están ahora en condiciones de aprovechar un mercado que se está purgando de las caídas sufridas durante el verano, mientras las empresas elevan su pronóstico de ganancias. Se trata, por tanto, de una bolsa prometedora, y aún barata, que debe volver a atraer a los inversores.