El ministro de Industria, Joan Clos, explicó ayer a sus colegas germanos que el Gobierno español aceptará el recurso de alzada presentado por E.ON para que se retiren las condiciones impuestas por la Comisión Nacional de la Energía (CNE) a la adquisición de Endesa. La promesa de Clos es fruto de la tarea desarrollada durante estos días por el vicepresidente Pedro Solbes, quien ha repasado con los funcionarios de Bruselas cuáles de las condiciones se ajustan al derecho comunitario y cuáles no. España ha claudicado ante el poderoso lobby desplegado por los alemanes en la UE.El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, selló, poco después de la conversación de Clos, el pacto secreto, anunciado por este periódico hace unos días, que facilitará la compra de Endesa. El acuerdo ha puesto en evidencia que nuestro presidente cambia de parecer con la misma facilidad que el viento de dirección. Aún resuenan sus palabras de cuando anunció, ante la cúpula del sector eléctrico, su apuesta por los campeones nacionales de la energía.La derrota ante E.ON tiene sabor amargo y ha dejado heridas abiertas. El primer damnificado es el director de la Oficina Económica de Moncloa, Miguel Sebastián, erigido en el defensor de la opa de Gas Natural contra los alemanes. Sebastián ha perdido otro pulso contra Solbes y se ha ganado fama de traidor entre los que antes consideraba sus aliados, los ejecutivos de Gas Natural, que confiaron en él. Es la primera lección: jamás hay que fiarse de los políticos.Los otros grandes damnificados son Iberdrola, Unión Fenosa y, por supuesto, Gas Natural. El brindis de Zapatero abrió ayer la veda para que las eléctricas españolas caigan en garras de extranjeras. El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, descartó el lunes una fusión con Gas Natural. Y es que la unión no da tamaño suficiente. La sensación de vértigo se ha instalado en el sector eléctrico.