C on retraso el exgobernador de Florida, Jeb Bush, ha presentado oficialmente su candidatura a la presidencia de EEUU. En el multitudinario acto mezcló inglés y español. Formado en las empresas familiares era millonario antes de cumplir los cuarenta. Hizo fortuna de la mano de un empresario cubano. Fue el primer republicano elegido gobernador de Florida en dos mandatos consecutivos (1999-2007). Durante su gestión contribuyó a consolidar el crecimiento económico del Estado. Su método: grandes recortes en gastos sociales. Bush, quien cuestiona la política de deshielo respecto a Cuba porque considera que "no hemos obtenido nada a cambio", tendrá que competir con otros diez precandidatos, entre ellos los senadores cubanoestadounidenses Marco Rubio y Ted Cruz. Es el republicano con más dinero para invertir en la campaña. Su equipo trabaja para alcanzar los 500 millones de dólares en donaciones antes de diciembre. De conseguirlo, sería una cifra igual a la suma total de lo recaudado por el resto de candidatos de su partido. Con la familia Bush tiene todas las conexiones políticas necesarias. Sin embargo, es un hombre en busca de una identidad más allá de la dinastía que ha marcado los últimos 30 años de política estadounidense. En el logo de su campaña sólo aparece su nombre, Jeb, seguido de un signo de exclamación. Ninguna mención al apellido que comparte con presidentes, senadores, gobernadores y directores de la CIA. Ya no es el sólido favorito como el que aparecía hace unos meses. Tardó en oficializar sus intenciones y perdió impulso en las encuestas. Su popularidad se presenta problemática. En general no tiene una conexión -todavía- grande con el electorado republicano. Se sobreestima su popularidad en Florida. Se debe asimismo a que se desconfía de su moderación en el tema de la inmigración. La posición de sus contrincantes hispanos del extremista Tea Party, Cruz y Rubio, sobre inmigración es más bien a favor del cierre de fronteras. Pasó dos años trabajando en Venezuela. Se graduó en Estudios Latinoamericanos. Casado desde 1974 con Columba, mexicana nacida en León (Guanajuato, México), suele dividir su vida en: "a. C y d. C., antes y después de Columba". Y es que lo hispano es una baza cada vez más importante en la política estadounidense. De ser presidente, su política hacia Latinoamérica podría muy bien ocupar un lugar trascendental. Muy crítico con el bloque bolivariano pone a Colombia, Chile, Perú y "hasta cierto punto" México como ejemplos de creación de condiciones económicas para prosperar. Habla español en casa y lo demuestra en cada ocasión posible, convencido de que resulta clave para los republicanos recuperar el voto de los inmigrantes. A diferencia de muchos militantes de su formación, está a favor de una profunda reforma migratoria. Pero no es un moderado. Posiblemente sea más conservador que su hermano George W. Bush. Lo demostró en sus ocho años como gobernador de Florida. Durante su mandato intentó reducir las empresas estatales. Apostó fuertemente por la privatización de la educación pública y pretendió privatizar cárceles y transporte público. Partidario, como la mayoría de republicanos, del derecho de los ciudadanos a portar armas, firmó en 2005 la ley que permite no retroceder ante una agresión. Eso incluye el derecho a disparar para proteger el "espacio" propio. Contrario al aborto trata, no obstante, de aparecer conectado con problemas sociales, como los derechos de los homosexuales y el cambio climático. Durante su etapa como gobernador estableció un plan para proteger los Everglades. Estos grandes humedales del sur de Florida están amenazados por la especulación inmobiliaria y el turismo. En su reciente viaje a Europa -Berlín, Varsovia y Tallin- demostró poder hablar sobre el papel de Washington en el mundo. Algo que le afianza entre los candidatos rivales de su partido, donde no abunda esta característica. Insiste en su raíz conservadora de cara a las primarias. Al mismo tiempo cultiva su perfil de "conservador moderado" para atraer los votos de los latinos, las mujeres solteras y los jóvenes. No profundiza -de momento- en diferencias ideológicas con los demócratas, marca diferencias con otros candidatos republicanos más extremistas. La visión de Jeb Bush es liderar EEUU "en su mejor siglo". Para poder materializarla y tener posibilidades de ganar contra Hillary Clinton en 2016 sabe que, sin renunciar al apoyo del ala derecha del Tea Party (asegurando la nominación republicana) debe mantenerse en el centro de su partido. Un complicado ejercicio de equilibrio.