G recia está atrapada por la intransigencia de su Gobierno. Un Gobierno populista que adquirió el poder mediante un cheque sin fondos de falsas promesas pero carente de recursos para financiarlos. Para empeorar aún mas las cosas confió a su petulante ministro de Finanzas, Yianis Varufakis, la negociación de un nuevo préstamo a costa de países que igualmente afectados por la crisis estaban acometiendo las mismas reformas y ajustes a los que Grecia se negaba a poner en práctica. Alemania se adelantó a los acontecimientos en 2003 con el Gobierno de Schroeder que puso en marcha los duros ajustes diseñados en el programa conocido como Agenda 2010. Un programa de dolorosas reformas que colocó al país en la senda de prosperidad que hoy se le reprocha. Luego, y a regañadientes, el resto de los socios de la UE, cuando la crisis los emplazó sin más dilaciones a encarar el deterioro de sus déficit tanto presupuestarios como por cuenta corriente, agravados por la falta de competitividad de sus exportaciones. Una patología común a toda Europa que ha necesitado un tratamiento de cura doloroso que Grecia hoy pretende evitar, pasando la factura de sus desajustes una vez más al contribuyente europeo. Los problemas de Grecia no son nuevos, ni producto de su incorporación al euro, ni tampoco de la malicia de Alemania y sus banqueros. Grecia se incorporó al euro en 2001. Ya en 1996 el Instituto Monetario Europeo, -ahora incorporado al BCE- en su informe anual señalaba que el déficit griego en 1993 era del 14,2 por ciento con un ratio deuda sobre PIB del 111,8 por ciento, por la que pagaba unos intereses que en 1992 alcanzaban la inasumible cifra del 24,1 por ciento. Una carga agravada por una economía ineficiente y poco competitiva con unos costes laborales unitarios del 11,3 frente a los alemanes del 1,3 y una productividad del 1,2 frente a la alemana del 2,3. La conclusión inescapable es que el problema de Grecia no es otro que la propia Grecia. La Unión Europea es un proyecto basado en la integración que no en el subsidio. Integración supone convergencia en carga fiscal, rigor presupuestario, y el desarrollo de una economía competitiva con capacidad exportadora que permita cumplir con los objetivos comunes del PEC (Pacto de Estabilidad y Crecimiento) adoptados por consenso por la Unión. Hay veces que la mejor manera de avanzar es dar un paso atrás para luego poder progresar de nuevo. Y llegados a este punto la retirada temporal de Grecia del euro es la menos mala de las soluciones. Retirada que no tiene por qué ser una catástrofe ni para la UE ni para los propios griegos. Simplemente un repliegue a la situación anterior a la adopción de la moneda única en 1992. Es importante recordar en esta coyuntura que el euro tuvo un largo periodo de gestación. Fue precedido por el llamado SME, Sistema Monetario Europeo, que establecía una banda de fluctuación de los tipos de cambio de los países que entonces formaban parte de la Comunidad Económica Europea que oscilaban entre el 2,5 y el 6 por ciento. Esta flexibilidad permitía a los países con una estructura de costes no competitiva devaluar su moneda para favorecer sus exportaciones y desincentivar las importaciones favoreciendo las industrias autóctonas de bienes equivalentes. En el caso de Grecia la banda tendría que ser inicialmente mayor, quizás de un 15 a un 20 por ciento según el consenso de los expertos para en un horizonte a medio plazo irse paulatinamente estrechando según la evolución de su economía. Una hipotética negociación de una nueva quita de su deuda en euros podría condicionarse referenciándola progresivamente, mediante un calendario de amortizaciones, a la evolución del cambio euro-dracma hasta que éste logre su plena estabilización en un nuevo nivel de paridad que propicie nuevamente su integración en el euro. En un mundo global la calificación crediticia de un país es su mayor activo que no solo toma en consideración factores estrictamente económicos sino también su solidez institucional y el buen Gobierno. Y hoy por hoy, Grecia sin el apoyo de la UE y el FMI no puede dar ni un paso por sí sola.