El acuerdo alcanzado entre el Gobierno y la eléctrica alemana E.ON para que ésta se quede con Endesa es un secreto a voces. El acuerdo llegó en vísperas de la designación del nuevo ministro de Industria, Joan Clos, y lo único a lo que compromete a E.ON es a mantener su sede en España y, si acaso, a nombrar a un presidente y a un primer ejecutivo que tengan el beneplácito del Gobierno, como publicó elEconomista en su edición del viernes.El pacto ha echado por tierra otras iniciativas. El presidente de Endesa, Manuel Pizarro, al que no le hace gracia que E.ON se quede con su empresa, por razones obvias, estaba dispuesto a intentar un acercamiento a Gas Natural, que hubiera permitido solventar el conflicto entre las dos empresas. Una solución que debería haberse buscado hace tiempo para mantener la españolidad de Endesa, en lugar de a última hora y forzada por las circunstancias.La iniciativa consistía en que Gas Natural tomara en torno al 25 por ciento de la eléctrica, en lugar de hacerse con el 75 por ciento, a través de una mejora de la opa sobre Endesa. La empresa gasista habría podido ofrecer más dinero que E.ON por cada acción de Endesa, al reducir el porcentaje que aspiraba adquirir.Gas Natural se habría convertido así en el primer accionista de la eléctrica, muy por delante del 10 por ciento que tiene ahora Caja Madrid, pero sin llegar a una fusión entre las dos empresas. Pizarro podría haberse mantenido en la presidencia y las dos empresas habrían reforzado las sinergias que proporcionan sus negocios de gas y electricidad. Y aquí paz y después, gloria.El plan B, abortado por la urgencia del vicepresidente Solbes para alcanzar un acuerdo antes de la cumbre del próximo martes entre Zapatero y la canciller alemana, Angela Merkel, revela la extraordinaria flexibilidad de La Caixa para buscar una salida a la opa de Gas Natural. Una pena, que haya llegado tan tarde.