E l 25 de marzo, el Mecanismo Único de Supervisión Bancaria,impuso límites a las carteras de deuda estatal en bancos griegos. La medida ha sido criticada por presionar injustamente a Atenas para que se ponga al día con sus acreedores oficiales, pero es un paso crucial en el aumento de la estabilidad financiera griega y la probabilidad de que el país permanezca en el euro. Las condiciones actuales son idóneas para que el supervisor común introduzca normas de exposición en toda la zona euro, que mejorarían notablemente la estabilidad de la unión monetaria. En enero, los bancos griegos poseían 15.500 millones de euros de deuda del Gobierno griego, incluidos 8.500 millones en letras a corto plazo. Además, están los 9.300 millones en préstamos concedidos al Estado griego. Los bancos griegos siguen muy expuestos al Estado heleno. Cualquier banquero debería reducir su exposición a unos clientes que hablan abiertamente sobre el impago. La deuda del Estado griego no está libre de riesgos y el supervisor ha recordado a los bancos que la traten consecuentemente. Si el Gobierno griego opta por el impago, los bancos griegos sufrirán pérdidas importantes y estarán sujetos a una fuga de capitales. Desde el tiempo de Walter Bagehot, el planteamiento de una situación así ha sido ofrecer liquidez abundante a los bancos solventes y cerrar los insolventes. Si la zona euro fuera un país, el supervisor habría cerrado los bancos insolventes y los habría mandado a recuperación y resolución. Otros bancos se harían enseguida con el negocio y la región no sufriría un apagón de su sistema financiero. Cerrar grandes áreas del sistema bancario griego sería complicado por la improbabilidad de que los bancos nuevos entren en el mercado, dada la elevada incertidumbre jurídica y política. La opción alternativa serían unos controles internos y externos de capital, pero es arriesgado y socava la cohesión de la zona euro. Controles así degradan de facto el euro en Grecia a una moneda distinta. La salida de la zona euro sería casi inevitable. Los límites impuestos hacen, en realidad, al sistema bancario griego más robusto frente a los caprichos políticos griegos. Aumentan la probabilidad del suministro de liquidez en caso de impago, y con ello las posibilidades de que Grecia se quede en el euro. Los límites a la exposición de deuda soberana de países individuales se suelen rechazar porque suponen un aumento de los costes de financiación a corto plazo. La preocupación está garantizada para Grecia: el país tendrá que buscar acuerdos con sus acreedores oficiales, en vez de depender de financiación a corto plazo del BCE. Pero, en los demás países de la zona euro, el mejor momento para introducir los límites de exposición es ahora. Los precios de los bonos se encuentran en su nivel más alto y los rendimientos son muy bajos gracias al programa de flexibilización cuantitativa del BCE. De hecho, el BCE podría enfrentarse a la dificultad de identificar a los vendedores correctos de deuda soberana. Danièle Nouy, presidente del sistema supervisor del BCE, tiene razón al presionar a los bancos para que reduzcan la exposición a sus soberanos. Esto no pondría en peligro el acceso del Gobierno a la financiación ni socavaría los balances bancarios, y el Mecanismo Único de Supervisión puede cumplir el mandato político para el que fue creado: romper el eslabón tóxico entre bancos y Gobiernos. El sistema bancario europeo será más seguro y menos dependiente de la política. El programa de flexibilización cuantitativa del BCE presenta una oportunidad excelente de reducir la exposición soberana.