L o que más me llamó la atención de la película de David Fincher, Perdida, es lo bien que describe lo fácil que es manipular la opinión pública. Así está ocurriendo con Mariano Rajoy. Hace tres años era un crack porque obtuvo una rotunda victoria electoral. Los votantes se habían "movido" a todo meter a la derecha para escapar de la crisis. Zapatero se había convertido en poco menos que un "imbécil", porque finalmente había hecho lo que tenía que hacer. Es decir, el ajuste de caballo que le exigía Europa a cambio de financiación para evitar la quiebra del país. Ahora, el malo de la película es Rajoy, porque ha hecho lo que debía hacer: una drástica reducción del déficit para evitar la suspensión de pagos. La opinión pública ni entonces ni ahora ha querido entenderlo. Por el contrario, prefiere escuchar a quienes dicen que no es necesario pagar nuestra deuda "porque es injusta". Cuando la tormenta amaina, se empieza a crecer y a crear empleo, la opinión pública se ve bombardeada por noticias terribles que presentan al Gobierno desorientado, sin saber qué hacer, sin ideas ni liderazgo, ante una España a la deriva y desangrada por las mil heridas de la corrupción. Si hiciéramos caso a lo que se dice en los medios de comunicación y desde Internet, estaríamos peor que la Argentina de hace 15 años cuando los ciudadanos se levantaron al grito de que "se vayan todos". Cada español lleva un tertuliano dentro de él y repite hasta la saciedad lo que escucha en la radio y en la televisión machaconamente. Como dice mi amigo Joaquín Almunia, en España faltan debates serios, con contenido, y sobran tertulias, que son muy negativas a la hora de formarse una opinión de lo que está pasando. No es extraño que la opinión pública española esté perdida. Si por el contrario analizamos lo que realmente ha ocurrido este año que acaba de terminar, vemos que la realidad es completamente distinta: la situación económica cada vez es mejor; la abdicación del Rey ha sido un éxito; ETA ha dejado de matar y el terrorismo se ha convertido en un mal recuerdo del pasado; al independentismo catalán se le ha tomado el pulso; los casos de corrupción embalsados desde hace décadas están aflorando y se han tomado medidas muy eficaces. ¿De verdad Rajoy lo está haciendo tan mal?