E sta semana hemos conocido que la Fundación que preside Amancio Ortega, el hombre más rico de España y uno de los más ricos del mundo, ha firmado sendos acuerdos con Cáritas y el Banco de Alimentos de España por un valor de 24 millones de euros. Estos convenios se unen a las decenas de convenios que la Fundación de Amancio Ortega -máximo accionista de Inditex- tiene firmados con otros países en vías en desarrollo. Ambos acuerdos ponen de manifiesto que en España hace falta cubrir necesidades básicas de miles de familias que se han visto desahuciadas por la crisis y, en segundo lugar, que la sociedad civil funciona. Las empresas de Amancio Ortega dan trabajo a unas 120.000 personas en el mundo, con lo que parece razonable pensar que cuanto mejor le vaya a éstas compañías, mejor les irá a estas familias. Pero lo que en estos momentos a mí me interesa de Ortega y de su Fundación es el concepto de donación. Un concepto tan extendido en EEUU y que en España se ve como la limosna del rico. Las donaciones en las sociedades desarrolladas son una de las fórmulas más avanzadas no sólo de solidaridad, sino de responsabilidad con la comunidad. Por ello, cuantos más amancios ortegas tenga un país, mejores condiciones de vida habrá. Yo defiendo la existencia de los ricos, que ayuden a la sociedad a que haya más ricos. Progresismo, progresar en la vida es vivir mejor, empezando por dar posibilidades a los que menos tienen. El absurdo de rentas máximas sólo conlleva que una casta viva muy bien y el resto sea pobre, como estamos viendo en Cuba, Venezuela, Bolivia... y el tan manido ejemplo de la caída de la URSS. El comunismo perdió su batalla moral, no sólo por millones de asesinatos, sino porque sólo vivían bien los que mandaban. El resto era y es pobreza y penurias. Gracias a la Fundación Amancio Ortega por donar 24 millones de euros; gracias a la Fundación de Alicia Koplowitz por formar neurólogos infantiles en EEUU para que ejerzan en España. Gracias a las fundaciones que intentan mejorar la vida de los que menos tienen, llegando allí donde el Estado no llega.