B urgos es una ciudad industrial. Siempre lo fue. De hecho ha sido la ciudad más industrializada de Castilla y León. La familia Pascual, con don Tomás al frente, creó de la nada una de las empresas punteras en el mundo de los lácteos; la familia Antolín, el Grupo Antolín, líder mundial en la industria automotriz; y la familia Ballvé, Campofrío, el gigante de la industria cárnica. A todas estas multinacionales hay que unir que Burgos cuenta con la mayor planta mundial de fabricación de productos para el cabello de la multinacional L´Oréal, o la sede de Bridgestone en España. El incendio de la fábrica de Campofrío es para Burgos un verdadero mazazo. Se tratan de 1.000 puestos de trabajo directos y unos 5.000 indirectos los que se han perdido en una noche, para una ciudad de poco más de 170.000 habitantes. El Gobierno asegura que ayudará en lo que pueda y la dirección de la empresa - ahora una multinacional, cuyo principal accionista es la china Shuanghui International-, dice que mantendrá los puestos de trabajo. Lo mejor llegaba con el anuncio de CaixaBank, que en su día absorbió Caja de Burgos: van a estudiar uno por uno los casos de los afectados de Campofrío que tengan cuentas en la entidad para relajar sus condiciones. Caja de Burgos fue, durante años, una de las principales financiadoras de las compañías burgalesas y esencial para su despegue e internacionalización. Tomás Pascual antes de morir siempre dijo que sin Caja de Burgos, Pascual no hubiera llegado a donde está hoy. Tres cuartos de lo mismo pasa con Campofrío. Por eso es de agradecer que CaixaBank se ponga a disposición de unos trabajadores que han visto como su presente y su futuro se abrasaba semanas antes de las fiestas más entrañables del año. Entre las entidades financieras y el Gobierno seguro se puede dar una salida a sus trabajadores competentes. Es imprescindible que los dueños de Campofrío entiendan que no pueden rescindir contratos de los trabajadores y que hay que darles una salida mientras finaliza la reconstrucción de la nueva planta.