Con unos 60 años de experiencia combinada, hemos cometido demasiados errores en materia de contratación de personal como para sólo mencionar uno. Es cierto, pero también lo es que muchos de esos errores ocurrían cuando éramos más novatos en el juego. Escoger a la persona adecuada nunca es fácil. El mes pasado, casi cometimos equivocaciones en dos ocasiones, y en ambos casos nos salvamos en el último minuto por una cuestión de suerte. Por cierto, cuando estábamos a punto de cometer esos errores, sospechábamos que algo no andaba bien. Y sin embargo, continuamos con nuestras entrevistas a potenciales candidatos, que parecían bastante brillantes. Además, estábamos algo cansados de entrevistar personas cuando lo que queríamos era que se concretaran tareas. Claro que contratar personal es una tarea importante, fundamental. Y sin embargo, con demasiada frecuencia, nos precipitamos de cabeza hacia situaciones donde tropezamos con dolorosos escollos. Basta ver lo que ocurrió con una de las personas que estuvimos a punto de contratar el mes pasado. La persona parecía demasiado buena para ser auténtica. Era una graduada de una importante universidad, había trabajado en tecnología en varias empresas muy sólidas y tenía exactamente las destrezas que necesitábamos. Estaba bien vestida, hablaba bien, era encantadora y se mostraba ansiosa por trabajar. Inclusive el salario que pedía no era excesivo. Pero ella no supo explicarnos por qué no había trabajado en los últimos seis meses. Comentamos entonces: "Tal vez el mercado laboral es más difícil de lo que pensábamos". Finalmente, recuperamos el sentido común cuando las personas que ella usó como referencias no nos devolvieron las llamadas. Y eso nos obligó a recordar que alguien que parece demasiado bueno para ser verdad, invariablemente tiene algo que no es tan bueno, y que intenta ocultar. Un error vinculado es apresurarse a contratar una persona porque posee cosas como un título de la Escuela de Administración de Empresas Wharton, porque sabe hablar, o por su prestigio. Hace un tiempo, cuando uno de nosotros (Jack) acababa de graduarse en la Universidad de Illinois e intentaba crear una empresa de artículos plásticos, solía aprobar cada candidato en cuyo currículum figuraba Dupont. Algunos de los empleados contratados eran excelentes. Otros eran una calamidad. Al final, el pedigrí que traían a la mesa era menos importante que el vigor empresarial o la destreza para vender lo que realmente necesitaban. Y otro error común es contratar a personas que asistieron a la misma universidad, que tienen los mismos antecedentes sociales, que siguen a los mismos equipos de béisbol. Esa dinámica surge especialmente en la contratación global, cuando los gerentes parecen irresistiblemente atraídos a contratar candidatos que hablan, literalmente, su mismo idioma. En ocasiones, eso funciona. Pero, con frecuencia, una vez los empleados se asientan, el empleador comienza a descubrir los defectos que debería haber adivinado antes, pero que no lo hizo porque conocía al candidato. Lo único que el empleador conocía es que el empleado se le parecía bastante. Otro error es contratar a un candidato que tiene demasiada experiencia. Tal vez usted se sienta reafirmado al contratar a una persona que ha visto de todo. Pero, eventualmente, esos individuos pueden sentirse aburridos de ver todo lo que ya vieron antes. Y si no hay una ruta por la cual puedan ascender, se convierten en un problema para el cual no hay fácil solución. Finalmente, un error que ambos cometimos fue contratar un candidato que era inteligente y capaz, pero carecía de IE, o inteligencia emocional. Es un término popularizado por el investigador Daniel Goleman para describir la combinación de compasión, resistencia y autoconciencia que ayuda a las personas a convertirse en grandes líderes y miembros de un equipo. Afortunadamente, la mayoría de las personas desarrollan IE cuando maduran, a través de trabajos y experiencias tanto buenas como malas, y muchos otros pueden ser adiestrados para adquirirla. Pero, en ocasiones, uno tropieza con un candidato talentoso y competente, como hicimos el mes pasado, que adolece de esos componentes de IE que se llaman humildad y autenticidad. Y, por lo tanto, no nos quisimos arriesgar. Insistimos, ese joven tenía muchas buenas cualidades, pero cuando nos dijo que nunca había cometido un error en su vida y que tampoco esperaba cometerlo en el futuro, supimos que habíamos oído más que suficiente. El final feliz de esta historia es que terminamos eventualmente contratando excelentes empleados, pero también pronosticamos que nuestros problemas para contratar personal nunca concluirán. La ciencia de contratar empleados es siempre imperfecta pues hay que enfrentar el trabajo real, hay escaso tiempo disponible, y las esperanzas son eternas. Lo saben todas las personas que lo hacen.