C omparto y me sumo, como no podría ser de otra manera, a la esperanza generalizada que ha inyectado en la sociedad española la "foto fija" de la EPA correspondiente al segundo trimestre de 2014. A tenor de los datos que arroja, parece evidente que se ha consolidado el cambio de tendencia del mercado de trabajo en España, cuyos primeros signos comenzaron a aflorar durante el segundo semestre de 2013. Me refiero a un sentimiento de esperanza cierta, pero responsable. Es decir, matizado por dos realidades bien concretas, ante las cuales sería absurdo justificar cualquier atisbo de complacencia ciega en el futuro. Por un lado, la abultada tasa de paro (24,5 por ciento) en la que aún estamos instalados. Y por otro, los importantes retos que debe superar todavía el tejido productivo nacional para despejar definitivamente el largo itinerario hacia el pleno empleo técnico al que aspiramos. Entre ellos, la propia debilidad de la mayoría de las empresas (el 48 por ciento cerró el ejercicio de 2013 en pérdidas), un aspecto clave para la generación de empleo; el desproporcionado peso de los jóvenes en paro (más de la mitad), el elevado número de hogares con todos sus miembros activos en paro (1,8 millones) o la dificultad adicional a la que se enfrentan las personas en situación de paro de larga duración… Realidades, todas ellas, que no restan valor a los datos tan positivos que ha arrojado la segunda EPA del ejercicio, siempre que se considere ésta como un instrumento de análisis en el que se refleja el inicio de la transición de un periodo destructivo en términos de empleo, hacia otro de generación neta de puestos de trabajo que es muy esperanzador, aunque aún incipiente. Es probable que sea preciso rebajar la espectacularidad de los datos de la EPA del segundo trimestre en su comparación con los de los tres primeros meses del año, cuyos resultados fueron recibidos como un auténtico "jarro de agua fría" en un contexto de euforia contenida, aunque sustentada en la positiva evolución de los registros oficiales de paro y de afiliación. Precisamente por ello, quizás convenga analizar la evolución del empleo durante todo el primer semestre del ejercicio, en comparación con el mismo periodo del año anterior. El primer dato que se desprende de este proceso no es baladí. A finales de junio de 2014 había 192.000 personas ocupadas más (1,12 por ciento) que en junio de 2013; la primera variación positiva de los últimos seis años. Si se da un paso más en la metodología de este análisis, se eliminan los factores estacionales y se contempla la evolución de las tasas de variación trimestrales, lo que aflora es la confirmación del primer incremento del empleo en España (0,6 por ciento) después de seis ejercicios en tasas negativas: -0,8 por ciento en 2008, -1,5 por ciento en 2009, -0,3 por ciento en 2010; -0,7 por ciento en 2011, -1,1 por ciento en 2012 y -0,3 por ciento en 2013, año en el que se inicia el periodo de recuperación. Detrás de esta estadística se advierte la crudeza de un largo periodo de crisis, la frustración de cientos de miles de familias -de empresarios y de trabajadores- y la esperanza con la que afrontamos el futuro próximo, en la confianza de que se acelere el ritmo de creación de puestos de trabajo. Pero, además, lo que se refleja en esta evolución es el giro que se ha producido en el mercado de trabajo nacional como consecuencia del impacto positivo de las reformas llevadas a cabo desde 2012. Ahora, y esa es la noticia más destacada en estos momentos, en mi opinión, el empleo aumenta a tasas muy similares a las del incremento del PIB (en torno al 0,6 por ciento en el primer semestre, según las estimaciones de los principales analistas). Una gran novedad en este cambio de ciclo, que no parece coyuntural desde el punto de vista del empleo. Y ese vuelco tiene su origen en el extraordinario comportamiento del empleo en determinados sectores productivos. Manteniendo la metodología del análisis de los crecimientos trimestrales de los seis primeros meses y eliminado el factor estacional, la industria -por ejemplo- pasa de una tasa negativa (-1,1 por ciento) en 2013 a un 0,7 por ciento positivo en el primer semestre. El sector servicios, que tocó fondo en 2013 al registrar una tasa media de crecimiento cero, ha anotado este año siete décimas en positivo hasta junio. Y la construcción, el sector más castigado por la crisis, ha dado un salto espectacular en términos de empleo, ya que ha pasado de una tasa aún muy negativa de 2013 (-2,4 por ciento) a otra sensiblemente mejor (-0,6 por ciento), si bien se mantiene todavía en signo negativo. Unos datos para la esperanza, que anticipan una lógica caída relativa de la productividad a corto y medio plazo. Y, por lo tanto, la necesidad de mantener una necesaria moderación de los costes, con el fin de seguir mejorando en términos de competitividad.