U n taxi -o taxis, como dicen algunos- es un "automóvil de alquiler con conductor provisto de taxímetro", de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española. Pero también puede haber automóviles de alquiler con conductor sin taxímetro y ambos pueden competir sobre la base de una regulación eficiente. Con libertad, la oferta y la demanda se acoplan más fácilmente y todas las partes interesadas pueden obtener los correspondientes beneficios competitivos. El mundo está cambiando muy rápidamente y cambiará más rápido en los próximos años. Del cambio surge el progreso aunque sea a costa de las viejas costumbres o de los viejos negocios. El economista Schumpeter lo explicó con claridad: "El impulso fundamental que pone en marcha y mantiene activa la máquina capitalista procede de los nuevos bienes de consumo, de los nuevos métodos de producción y transporte, de los nuevos mercados y de las nuevas formas de organización industrial creadas por la empresa capitalista". Es una tendencia general que, como las fuerzas telúricas, es inevitable. Lógicamente, tales tendencias son objeto de resistencias en defensa del statu quo. Hace unos días, muchos taxistas europeos se manifestaron, en defensa de sus intereses y de las barreras de entrada, contra una nueva forma de taxi ejemplificada en la iniciativa Über. Con ello han hecho publicidad gratuita de su nuevo competidor. Tanta impericia es impropia del ejercicio de la racionalidad aunque sea propia de la defensa de privilegios injustificados, lo que no es de recibo. Como tampoco lo es que se quieran proteger las ineficiencias de la regulación que, por lo general, suponen costes evitables. El pago de traspasos es una de las consecuencias de la escasez provocada por el desacierto de los reguladores. Y, al final, quien paga los traspasos es el cliente. Da la sensación de que este mercado funciona como un cártel con el apoyo de la autoridad territorial correspondiente. Nunca se pide la opinión al ciudadano al que sí se le pide el voto. Una asimetría difícil de justificar. Visto con perspectiva histórica y económica, los taxistas se manifestaron contra el futuro, contra el progreso y contra las nuevas generaciones que hacen de las nuevas tecnologías la plataforma de su negocio. Algo tan sencillo como Über no ha sido una iniciativa de un taxista sino de unos clientes de los taxistas que han visto en la falta de modernidad del negocio del taxi una oportunidad, más actual y eficiente. Las instituciones pueden contribuir a retrasar la modernidad o a acelerarla. En el caso que nos ocupa han optado por la primera vía. Han visto peligros donde sólo hay oportunidades. Han preferido defender al gremio y olvidar a los consumidores, que son la mayoría, y a los nuevos operadores. Han optado por la regulación vigente en lugar de proceder a eliminar cualquier atisbo de regulación ineficiente. Han preferido imponer nuevas barreras a eliminarlas. En definitiva, han preferido la porra a la libertad. La mano peluda del intervencionismo, de nuevo, ha sido la protagonista. Afortunadamente, ha habido alguna tímida excepción. "El Gobierno va a favorecer la competencia pero en igualdad de condiciones" ha dicho la autoridad económica. Ha sido una respuesta con suficientes dosis de ambigüedad. Pero, como mínimo, se ha sostenido que la competencia sería objeto de defensa. El futuro dirá la verdad. El asunto del taxi es complejo y ha sido muy estudiado. Muchas son las recomendaciones de las autoridades de defensa de la competencia. Cito dos ejemplos: en primer lugar, la Autoritat Catalana de la Competència publicó, en el año 2012, un informe titulado Reflexiones procompetitivas sobre el modelo regulador del taxi y del arrendamiento de vehículos con conductor; más recientemente, la Autorité de la Concurrence francesa ha publicado un Avis concernant un projet de décret relatif à la réservation préalable des voitures de tourisme avec chauffeur. En ambos casos las propuestas son inequívocamente liberalizadoras. Este es el camino a seguir. Über ha dado un nuevo paso. La respuesta a la innovación que representa debe ser liberalizadora. Quitemos cargas en lugar de imponer otras nuevas. Impuestos a Über y a sus operadores ¡claro! pero sin barreras de entrada. Sólo así se avanza en la modernidad digital. Lo demás es simple atraso. Y más caro.