L a lucha sobre quién sería el próximo presidente de la Comisión Europea ha terminado. Recientemente, se vio a varios líderes de la Unión Europea en un pequeño bote de remos en un lago sueco, y según informes, ellos maquinaban en contra del candidato favorito a dicho puesto; además, el primer ministro británico, David Cameron, puso en marcha una campaña pública para reafirmar el derecho que tienen los gobiernos de los Estados miembro de la UE para decidir quién ocuparía el brazo ejecutivo de la UE. El proceso para elegir al presidente de la Comisión parecía ser un conflicto entre la voz popular, tal como se expresó en los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo del mes pasado, y los tratos entre bambalinas de los gobiernos europeos. Pero la realidad es más compleja, y el mandato democrático genuino no fue dado a la persona que dice haber ganado las elecciones. En el período previo a las elecciones, cada una de las principales familias de partidos políticos europeos (no hay partidos paneuropeos, sólo alianzas débiles de partidos nacionales) nominó a un Spitzenkandidat (candidato cabeza de lista) como su opción para ser nombrado presidente de la Comisión Europea. El Partido Popular Europeo de centro-derecha, que obtuvo una estrecha mayoría 221 escaños en el parlamento de los 751 asientos en total que tienen la Cámara, se ha proclamado vencedor en las elecciones- Muchos otros grupos, incluyendo a los socialistas, los verdes y los liberales, coincidieron en que el Spitzenkandidat del PPE, Jean-Claude Juncker, tenía el derecho moral de ser seleccionado como presidente de la Comisión. En verdad, aunque el PPE ganó con 29 por ciento de los escaños, frente al 24 por ciento que consiguió la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), el S&D puede cantar victoria. Después de todo, a nivel nacional sus partidos políticos obtuvieron una mayor cantidad de votos -un total de 40 millones, frente a los 39,9 millones de votos de los partidos vinculados con el PPE-. La diferencia es pequeña, pero no puede haber ninguna duda sobre que el S&D ganó a los populares (24,4por ciento frente a 23,8 por ciento). Aunque el sistema de elección es puramente proporcional y el S&D ganó el voto popular, la razón por la que terminó con un menor número de escaños es simple: sus partidos afiliados ganaron relativamente más votos en los países más grandes, donde ganar un solo escaño "cuesta" una mayor cantidad de votantes. Por el contrario, el PPE tuvo un desempeño relativamente mejor en los países pequeños, donde el costo por escaño, expresado en cantidad de votos, es mucho menor. El ejemplo más extremo es Luxemburgo, el país de nacimiento de Juncker, donde el PPE obtuvo casi el 38 por ciento del voto popular, frente al 11 por ciento que recibió la alianza S&D -la diferencia, en términos absolutos, fue solamente de alrededor de 52.000 votos-. Pero el PPE obtuvo dos diputados más en el Parlamento Europeo que la alianza S&D, lo que implica un costo por escaño de alrededor de 26.000 votos. El otro extremo es Italia, donde la alianza S&D ganó el 41 por ciento de los votos, frente al 22 por ciento ganado por el PPE. En términos absolutos, la diferencia fue de más de cinco millones de votos, pero la alianza S&D ganó sólo 14 eurodiputados más que el EPP. En Italia, la alianza S&D necesitaba unos 370.000 electores para ganar un eurodiputado; es decir, 14 veces más votos de los que necesitaba el PPE en Luxemburgo. Por lo tanto, la victoria del PPE se debió principalmente al hecho de que la proporción de los votantes por cada eurodiputado varía mucho entre los países. Un voto individual en Italia (y en otros países grandes) vale mucho menos que un voto individual en los países más pequeños. Recientemente, el Tribunal Constitucional de Alemania se basó en este hecho para emitir una decisión controvertida anulando el umbral electoral del 3 por ciento para que los partidos ganen escaños en el Parlamento Europeo en Alemania (el pequeño y ultraderechista Partido Nacional Democrático obtuvo un escaño en el Parlamento Europeo como resultado de dicha decisión). La justificación del tribunal alemán indica que las elecciones al Parlamento Europeo no son elecciones verdaderas, debido a que no respetan el principio de "una persona, un voto". Esto no solamente es un problema desde el punto de vista de los principios democráticos; los resultados de las recientes elecciones han demostrado hasta qué punto esto puede influir en los resultados políticos. Juncker llegó a la cabeza en el recuento de eurodiputados por una sola razón: él obtuvo sus votos en los países pequeños, y los votos se ponderan de facto según el tamaño del país. Por lo tanto, la aseveración que señala que el Parlamento Europeo representa directamente al pueblo europeo y que ha sido el pueblo quien ha dado al candidato del PPE un mandato popular directo que los representantes de los Estados miembro en el Consejo Europeo deben respetar suena a hueco. La Alianza de Socialistas y Demócratas obtuvo más votos, lo que otorgaría a su Spitzenkandidat, Martin Schulz, el derecho a reclamar que él tiene mayor legitimidad democrática.