La corriente de las fusiones sigue su curso inevitable. En su último capítulo, ayer se supo que dos bancos italianos, Intesa y Sanpaolo, desean fusionarse para crear el octavo mayor banco por capitalización bursátil de Europa, el undécimo por beneficios del continente y el segundo de Italia por tamaño. Eso significa que ganan en peso, llegan a más clientes y obtienen innumerables sinergias que permiten afrontar prejubilaciones o cierres de oficinas. Los gigantes españoles, Santander y BBVA, son también fruto de una sucesión de fusiones. Esto les ha llevado a ser líderes no sólo europeos, sino también mundiales. Y todos los grandes bancos han atravesado esa senda. Las operaciones como ésta son perfectamente legítimas. Pero hay otra razón de peso por la que fusionarse: evitar que te compren. Y ahí surge la gran pregunta: ¿se trata de una fusión al objeto de aumentar su tamaño, o estamos ante un enésimo ejemplo de proteccionismo empresarial en Europa? El banco francés Crédit Agricole ya tenía un 18 por ciento de Intesa. Y el Santander contaba con el 8,42 por ciento de Sanpaolo. Ahora el poder de ambos se diluye. Respecto a la posición del Santander en Sanpaolo, la fusión con Intesa puede hacer reconsiderar sus intereses en el país transalpino. Quizás aproveche para salir vendiendo del banco italiano y obtener muchas plusvalías. El BBVA ya sufrió muchos obstáculos cuando intentó hacerse con la Banca Nazionale del Lavoro y al final vendió su participación. Si estamos ante un caso de proteccionismo nacionalista, volvemos a las andadas. Entonces, la Comisión Europea debería vigilar esta operación muy de cerca. De todas formas, no le vendría mal a la banca italiana una pasadita por el sistema bancario español, reconocido internacionalmente como uno de los más eficientes.