U no de los elementos más importantes contenidos en la propuesta de reforma hacendaria que el ejecutivo federal presentó recientemente al Congreso, es el de introducir mecanismos de política fiscal contracíclicos. Esto significa que el gobierno pueda expandir el gasto cuando la economía atraviese por malos momentos y contraerlo cuando esté creciendo por encima de su tendencia. Conceptualmente esto es un acierto. Hoy la ley obliga al gobierno a mantener un equilibrio presupuestal año con año y solo en circunstancias excepcionales incurrir en un déficit y de manera temporal. Este requerimiento ha traído beneficios importantes: permitió dejar atrás las épocas de irresponsabilidad fiscal que ocasionaron crisis. Sin embargo, ahora que el país ha logrado afianzar la disciplina fiscal, es momento de revisar los mecanismos que se tienen para lograrla. Dichos mecanismos presentan al menos dos desventajas importantes. En primer lugar, si el gobierno recauda más de lo planeado, gastará más, lo cual no necesariamente es óptimo. Por ejemplo, puede ser el caso que no se tengan proyectos adecuados en los que invertir o que la economía esté en una etapa de sobrecalentamiento. En segundo lugar, como ya se mencionó, la ley no contempla ahorrar en tiempos de vacas gordas para cuando vengan los tiempos de vacas flacas. Es decir, la política fiscal actual es procíclica. Esto acentúa los ciclos económicos haciendo que las desaceleraciones sean más pronunciadas. Existe la posibilidad de tener una política fiscal contracíclica que elimine las desventajas antes mencionadas sin sacrificar la disciplina fiscal. Esto se lograría al establecer el gobierno un déficit de cero en promedio a lo largo de los años. Para ello, es indispensable tener mecanismos automáticos y no discrecionales que obliguen al gobierno a reducir el gasto cuando la economía crezca por encima de su potencial. Con ello, se garantizaría la sostenibilidad a largo plazo del balance fiscal y de la deuda pública. La reforma fiscal que el Ejecutivo propone fue enviada a su aprobación sin que los mecanismos se establezcan de manera adecuada. En su forma actual, la propuesta no establece con claridad la forma en que el gobierno federal deberá disminuir el gasto cuando la economía crezca por encima de su potencial. Es importante mencionar varias consideraciones: en primer lugar existe la promesa de que dichos mecanismos se detallarán en un reglamento que emitirá el Gobierno Federal; sin embargo, sería prudente que el Congreso no apruebe una propuesta que no incluya de forma clara y transparente las fórmulas que se van a utilizar para contrarrestar en el futuro el gasto adicional que se pretende incurrir este año y el próximo. En segundo lugar, la propuesta establece que será la propia Secretaría de Hacienda la encargada de determinar cuál es la tasa de crecimiento potencial o tendencial de la economía; esto abre paso a que un gobierno no ortodoxo establezca una tasa demasiado alta con el objetivo de aumentar el gasto de forma permanente. La estimación de esta tasa es fundamental para aplicar de manera exitosa una política contracíclica. No se trata de una estimación trivial. Por citar un ejemplo, en Bancomer estimamos que la tasa de crecimiento potencial de México es de 2,7 por ciento mientras que la Secretaría de Hacienda estima que ésta oscila entre 3 por ciento y 4 por ciento. Si se utilizara una tasa de 4 por ciento siendo la correcta más cercana a 3 por ciento, la reforma propuesta resultaría en un crecimiento sostenido del déficit público. Sería deseable que la tasa de crecimiento potencial sea determinada por organismos autónomos (sean estos gubernamentales o no) basándose solamente en criterios técnicos. En tercer lugar, la reforma propuesta excluye elementos cruciales en su definición del gasto estructural (aquel que se pretende limitar cuando el PIB crezca por arriba de su potencial). Notablemente, no incluye las transferencias a Estados y municipios, ni el pago de pensiones y jubilaciones del sector público. México ha recorrido un largo camino para lograr la estabilidad fiscal. La reforma hacendaria propone que el país adopte mecanismos de política contracíclica. Esto es deseable y meritorio. Pero, si se aprueba la reforma tal y como se presentó, los buenos deseos pueden terminar en un deterioro sostenible de las finanzas públicas. Ya sabemos cómo termina esa película.