E l cariñoso beso que la Reina Sofía dio al Rey Juan Carlos antes de ingresar en el quirófano o las lágrimas de Jenri Rivera, un niño sordomudo, al oír por primera vez la voz de su madre me hacen pensar que hay más ternura de la que me habían dicho. Tal vez en nuestro mundo hemos dado mucha importancia a gestionar nuestro dinero y muy poca a gestionar nuestros sentimientos. Como me dijo José Luis Sampedro meses antes de morir, "en los últimos 30 años el avance tecnológico ha multiplicado la riqueza del planeta en 10 veces, pero sin embargo nuestra calidad de vida ha disminuido". Probablemente una España más modesta como la que nos toca vivir nos humanice y nos permita disfrutar de lo que tenemos en vez de seguir acumulando bienes materiales. Quizás la crisis nos abra los ojos para entender que es mejor optar por los valores que por la riqueza, y que en lugar de hacer lo que conviene es mejor hacer lo correcto en cada momento. Vicente Lozano, mi amigo el doctor, me envió un whatsapp con las palabras del Dalai Lama que me han hecho reflexionar: lo que más me sorprende del hombre occidental es que pierde la salud para ganar dinero y después pierde el dinero para recuperar la salud... Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente, por lo que no viven ni el presente, ni el futuro. Y viven como si no tuviesen que morir nunca y mueren como si nunca hubieran vivido". Como diría Pablo Neruda, "confieso que he vivido", y lo he hecho gracias a la amistad de mis amigos, y al cariño que me han dado los que me rodean. Y esas son las armas más valiosas para enfrentarme al cáncer, porque hacen que la vida valga la pena. Por eso, en vez de despedirme como Sam Wood, en su película "Adiós, Mr. Chips" (1939), me limito a un "¡hasta la vista!". Pronto, muy pronto, regresaré a estas páginas en las que durante cuatro años he disfrutado de los martes al sol.