El Gobierno aprobó ayer los presupuestos del Estado, con un escenario para 2014 más favorable que el actual. Mejora en dos décimas la previsión de crecimiento (0,7 por ciento del PIB) y la demanda interna ralentiza notablemente su caída (desde el -3,3 al -0,4 por ciento de 2013). Una previsión optimista en la que Economía fía un ligero repunte del consumo privado a un mejor comportamiento del empleo. Luis de Guindos se arriesgó a decir ayer que en 2014 se crearán puestos de trabajo por primera vez desde que se inició la crisis. El incremento, si lo hay, será imperceptible y será debido al aumento de empleos a tiempo parcial y al descenso de la población activa. Con estas previsiones, el Gobierno ha elaborado unos presupuestos continuistas para el próximo año que carecen de incentivos y fían demasiado a unas expectativas optimistas el encaje de ingresos y gastos. A Cristóbal Montoro le queda mucho margen de maniobra porque la prioridad es el déficit y la deuda. Las CCAA y la Seguridad Social serán las que realicen el mayor esfuerzo, para bajar cada una 3 décimas su desequilibrio en 2014. El Estado rebaja su déficit en una décima, lo que permite a Montoro comprometerse a no subir impuestos el próximo año. Esta decisión supone un cambio de rumbo -bienvenido-, que tendría mayor incidencia sobre la actividad económica si Hacienda se atreviese a bajar la tributación. Pero para ello Montoro tendría que aumentar el volumen de la apuesta. Por una parte, con una reducción del gasto -conllevaría una profunda reforma de las administraciones- que no se contempla. Por otra, con la culminación de una reforma fiscal que impulse la recuperación. Mientras no acometa estas dos actuaciones el ministro no contará con herramientas para reducir el déficit y la deuda.