L a sep-taper, reducción de la flexibilización cuantitativa de septiembre, está aparcada. Así que damos la bienvenida a la oct-taper, la reducción de octubre. Y una vez que se descarte quizás oigamos hablar de dic-ender (dic-cierre), que indica un final de la impresión de dinero en torno a Navidad. Y una vez que se hayan quitado los adornos, y los árboles estén en la basura, la nexit será el gran tema de discusión: la salida de Año Nuevo de la flexibilización cuantitativa. Démosle un año más y el proceso tendrá más acrónimos revoloteando que un departamento de informática. Los bancos centrales van a descubrir que es más fácil hablar de acabar con los programas de facilidad cuantitativa (FC) iniciados en 2008 y 2009 que llevar ese final a la práctica. La flexibilización cuantitativa cada vez se parece más al Hotel California que cantaron los Eagles: puedes registrarte cuando quieras pero no te puedes marchar jamás. La única experiencia histórica que tenemos de bancos centrales imprimiendo dinero a esta escala es la de Japón. Inició la FC allá por 2001. Unos cuantos años después, trece, todavía se mantiene firme. No hay razón para pensar que en EEUU, Reino Unido, o cualquiera de los otros países que han empezado a imprimir dinero, vaya a ser diferente. Los bancos centrales han tenido un montón de problemas para comunicar un mensaje claro a los mercados sobre cuáles son sus planes sobre política monetaria ahora mismo. La Reserva Federal es el mayor, y como es natural, el más importante ejemplo. Hizo los primeros comentarios sobre el término de la impresión mensual de dinero en primavera. No cabe duda de que los responsables de la Fed eran sinceros cuando hablaban de la necesidad de poner fin al estímulo. La FC se presentó como una respuesta temporal y excepcional a la crisis, no como un programa permanente de larga duración. Cuando tocó llevar el cierre a la práctica, en lugar de simplemente analizarlo, miraron los datos de empleo, de ventas, y los índices de confianza, y decidieron que el riesgo no valía la pena. Mejor seguir adelante. Por su parte, el nuevo gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, ha creado la misma confusión. Cuando tomó posesión, puso en marcha un marco de objetivos para decirle a los mercados dónde estarían los tipos de interés en los próximos años y bajo qué condiciones se podría aplicar más FC ¿Qué ocurrió? Los operadores de Bolsa empezaron a impulsar los tipos hacia arriba en lugar de hacia abajo, lo contrario de lo que el Gobierno quería que ocurriera. Mario Draghi, el presidente del BCE, puso en marcha su versión de mini-FC -la Operación de Refinanciación a Largo Plazo, que bombea dinero barato directamente en el sistema bancario- como una medida de emergencia, pero esta semana estaba debatiendo si extenderla indefinidamente. Vamos a empezar a oír diferentes fechas para el final de la FC. En cada ocasión, habrá debate sobre acabar con la FC, y en cada ocasión los bancos centrales darán marcha atrás. No hay razón para sorprenderse de ello. Es lo que los datos históricos nos dicen que ocurrirá. El primer experimento de FC lo puso en marcha el Banco de Japón en 2001. Igual que en EEUU y Reino Unido se presentó como una medida de emergencia que resultó que no tenía nada de temporal. El Banco de Japón ha seguido imprimiendo dinero durante trece años y no hay un final a la vista. De hecho, imprime cada vez mayores cantidades. EEUU, Reino Unido y, a su debido tiempo, la eurozona no van a ser diferentes. Hay tres razones por las que los programas de FC son tan difíciles de cerrar. En primer lugar, no tienen ningún coste real. Los críticos de la FC alegaron que llevaría a la hiperinflación, haciendo sombrías comparaciones con la Alemania de Weimar y prediciendo que pronto estaríamos transportando billetes en carretilla. Quizás ocurrirá algún día, pero ahora mismo no hay pruebas de ello. En Japón, la inflación prácticamente no ha conseguido sobrepasar el 2 por ciento y los precios han caído con tanta frecuencia como han subido. La inflación ha estado bajando en el Reino Unido desde que empezó la FC y desde luego no está peor que en sus niveles a largo plazo. Lo mismo ocurre en EEUU. Si esto fuera la Alemania de Weimar creo que nos habríamos dado cuenta. Si no hay auténtica inflación, entonces la FC no tiene ningún inconveniente serio. Los bancos centrales ni siquiera imprimen el dinero: simplemente lo crean por arte de magia en pantallas de ordenador. ¿El resultado? No hay muchos incentivos para parar. Aparte, las economías siguen delicadas. Imprimir dinero puede evitar que las economías colapsen pero no promueve un crecimiento real y sostenible. Eso depende de factores como la tecnología, la innovación, los tipos impositivos, la educación, la infraestructura, y el crecimiento de la población; no del suministro de dinero. Pero si las economías siguen enfermas, los bancos centrales serán aún más reacios a finalizar la FC, porque temen que sea demasiado perjudicial. Finalmente, lo que sabemos con seguridad es que terminar la FC afectará a la Bolsa. Los banqueros centrales pueden fingir que no les preocupa, pero la realidad es que lo hace. El estado de los mercados domina los titulares, y eso afecta a la confianza, lo cual está claro que afecta a la economía. Siendo cínicos, los banqueros centrales son también de la clase de gente que tiene grandes carteras de acciones, y seguramente no quieren que se derrumben. ¿La conclusión? Ignoren lo que se dice sobre una reducción en octubre, después de Navidad, o el año que viene. Finalizar la FC va a ser imposible, porque es difícil ver el inconveniente de seguir con ella, y fácil ver el inconveniente de terminarlo. Es todo riesgo sin recompensa. Igual que en el Hotel California, no importa si quieres marcharte o no: no podrás salir jamás. Y los mercados están a punto de aprenderlo en el próximo par de años.