N adie podría reprochar al sector financiero falta de entusiasmo en su actividad contra el impuesto sobre las transacciones financieras (ITF). No es de extrañar: después de todo, el ITF afecta específicamente a este sector y tiene por objetivo velar porque este contribuya de forma más equitativa a los ingresos públicos. Sin embargo, presagios exagerados del efecto del impuesto han generado temores sin fundamento y una sensación innecesaria de inestabilidad. No deja de ser paradójico que, en su intensa campaña, el sector financiero haya pasado por alto la verdadera amenaza para su bienestar, la cual radica en una mayor dilación en la aplicación de este impuesto. La incertidumbre de un ITF «en el limbo» es mucho más perniciosa para nuestros agentes económicos que el propio impuesto. Los rumores y las especulaciones no son buenos para las empresas. Además, están apareciendo en Europa numerosos impuestos nacionales sin coordinar sobre las transacciones financieras. Estos crean nuevas cargas administrativas que se evitarían gracias a un planteamiento único en toda la Unión Europea. Mientras tanto, los ciudadanos han mostrado un apoyo sin precedentes a la introducción de un ITF a escala de la UE, pero sus reivindicaciones siguen sin recibir respuesta. La votación del Parlamento Europeo del 3 julio fue una clara señal de que el apoyo democrático al ITF sigue siendo sólido. Esta señal también llegó una semana antes, cuando cientos de representantes de la sociedad civil de todo el mundo se dirigieron por escrito a los líderes de la UE, instándolos a alcanzar un acuerdo sobre el impuesto propuesto. Así pues, en aras de la estabilidad del mercado y la responsabilidad democrática, es hora de intensificar el trabajo sobre el ITF. Los once Estados miembros que se han comprometido al respecto deben convenir en su diseño y aplicarlo rápidamente. Algunas concesiones sobre la propuesta serán claramente necesarias para poder alcanzar un consenso unánime. De hecho, se han estado barajando opciones viables desde hace bastante tiempo. Las conversaciones técnicas han sido constructivas hasta la fecha y también han servido para indicar cuáles son exactamente las verdaderas preocupaciones de los Estados miembros. Esas inquietudes tienden a centrarse en la incidencia que el impuesto podría tener en el coste de los empréstitos estatales, el rendimiento de los fondos de pensiones y la necesidad de preservar la necesaria liquidez de los mercados. A este respecto, la contribución del Parlamento Europeo al debate ha sido muy positiva. Al tiempo que apoya un ITF de base amplia, el Parlamento también ha dado ideas sobre la manera de despejar los principales temores. Merece la pena debatir los posibles ajustes en el ámbito de aplicación actual de la propuesta. Por ejemplo, se podrían estudiar unos tipos más bajos iniciales para las obligaciones del Estado, las pensiones y los pactos de recompra. A la vez, tenemos que estar alerta contra las alteraciones que podrían favorecer los falseamientos del mercado o atentar contra la igualdad de condiciones. Existen soluciones para su debate y acuerdo. Por su parte, la Comisión seguirá apoyando las negociaciones de todas las formas posibles para facilitar un compromiso rápido y ambicioso. Sin embargo, la verdadera responsabilidad recae en los once Estados miembros. Cada uno de ellos debe estar dispuesto a adaptar su propio sistema para poder aprovechar las ventajas del planteamiento de la UE. Debe haber apertura y flexibilidad para llegar a un compromiso con sentido, un compromiso que responda a preocupaciones genuinas y que preserve al mismo tiempo el espíritu y el propósito del ITF. Resulta necesario sobre todo que exista una voluntad política de hacer avanzar en este ambicioso proyecto. Nada se gana con dilatar las deliberaciones. Inmersos en las negociaciones, no hemos de perder de vista nuestros objetivos. Los objetivos de fiscalidad equitativa, un mercado único cohesivo y un sector financiero más responsable son más pertinentes que nunca y sabemos que el ITF puede contribuir a que alcancemos cada uno de ellos.