E s verdad que el comportamiento de una parte no excesivamente significativa de los políticos, embadurnados por la corrupción, el deterioro institucional generalizado; desde la Casa Real a la judicatura, pasando por las instituciones financieras y el carácter depredador de un buen número de banqueros, políticos, sindicalistas y otros representantes sociales, presentes en los consejos de administración de las cajas, cuyos dispendios en el más amplio sentido de la palabra no solo ha arruinado a tales instituciones, cargando sobre las espaldas de los contribuyentes un porcentaje significativo del déficit público, también han arruinado a un buen número de clientes impositores; el jefe de los empresarios en la cárcel por innumerables operaciones fraudulentas; un ex banquero encerrado en la cárcel una sola noche por que en solo unas cuantas horas es capaz de entregar una fianza de dos millones y medio de euros. Y dejando de lado algunos de los disparates del nacionalismo y de las autonomías, podíamos continuar con la lista interminable de desatinos casi hasta el infinito, mientras aumenta el paro, y servicios públicos tan importantes como la educación y la sanidad se deterioran como consecuencia de los recortes, que siendo necesarios para restablecer el equilibrio presupuestario sin embargo no se notan los más mínimos indicios de una posible recuperación, que pueda alentar la esperanza de los millones de ciudadanos que están sufriendo las consecuencias más graves de la recesión. Todo este rosario de calamidades, que en un lenguaje común a arbitristas, proyectistas y regeneracionistas afligen a "nuestro pueblo", y bien orquestado y adobado por la caterva de opinadores y tertulianos, cuyos razonamientos, además de ahondar peligrosa e irresponsablemente en la brecha entre las dos Españas se parecen demasiado a los de aquellos arbitristas, proyectistas y de los más cercanos regeneracionistas, y por lo mismo más peligrosos, está hundiendo al país en un pesimismo que si no somos capaces de reconducir, nos puede llevar a situaciones que con demasiada frecuencia a sufrido nuestro pueblo y que debiéramos evitar por todos los medios. La apelación frecuente en los últimos tiempos al regeneracionismo y alguno de los autores representantes de esta ideología o mejor de las propuestas regeneracionistas, a algunos de nosotros nos pone los pelos de punta. En este sentido son muy preocupantes movimientos apócrifos como el de los "indignados", afectados por los desahucios y otros más o menos anti sistema. La situación que sufrimos se parece demasiado a la descrita por los regeneracionistas desde el último cuarto del siglo XIX y primer cuarto del XX, y cuya insistencia machacona, alentados por el caciquismo y las corruptelas de los políticos en su apelación al "cirujano de hierro", que llegaría primero con la dictadura de Primo de Rivera y, tras el controvertido paréntesis republicano, con los oscuros y más controvertidos 40 años de dictadura de Franco. Es cierto que "los males de España" son muy similares a los que están sufriendo algunos de los países vecinos y miembros como España de la UE, pero nuestra historia no tan lejana todavía, y el cariz que están tomando los acontecimientos, los convierten en más preocupantes. Es verdad que la mayoría de los hombres que hicieron la transición y la constitución de 1978, salvo honrosas excepciones, la mayoría de ellos desafortunadamente ya desaparecidos, no andaban muy sobrados de conocimientos de filosofía política, pero estas carencias por desgracia han ido creciendo y en la actualidad nos encontramos no ya en un barbecho sino en un auténtico desierto. Las políticas económicas diseñadas por el importante grupo de economistas que diseñaron y pusieron en práctica el Plan de Estabilización 1959, y cuyos frutos irían allanando el camino hacia la democracia, siguieron perfeccionándose a la luz del análisis económico convencional. Un análisis económico que se enseñaba en las facultades de economía desde sus inicios a principios de la década de 1940. Pues bien, aquellas políticas económicas ortodoxas prestaron una inestimable ayuda ala transición y a la consolidación de la democracia. Pero ¡ay! la larga crisis que venimos soportando al menos desde 2008 parece que nos ha trastornado a los economistas, hemos abandonado, y esto, tal vez a escala internacional, las teorías que han presidido el crecimiento económico y por lo mismo avaladas por la evidencia empírica, y hemos abrazado como válidos los arbitrios, ocurrencias y disparates que al menos desde el derrumbamiento del Imperio Romano coadyuvado por las crisis monetarias, y tal vez desde antes, pero sobre todo después, han conducido a los mayores desastres económicos. Más nos vale que se ponga orden en el marco institucional, que no están las cosas para experimentos que se fijan más en la memoria que en las enseñanzas de la historia; que volvamos a la sensatez de las enseñanzas de la filosofía política, que los economistas recuperen el rigor y las enseñanzas que han cooperado al crecimiento económico y a eliminar el hambre de una parte importante del mundo. Sería bueno repasar las propuestas disparatadas de la mayoría de los regeneracionistas presentes en sus obras, pues los nombres de Lucas Mayada, Matías Picavea, Senador Gómez y en menor medida el más admirado Joaquín Costa, no son los más recomendables para salir del laberinto en el que nos encontramos.