Los problemas de fondo del sector financiero no se han terminado de solucionar tras la reestructuración de 2012. Quedan cabos sueltos por atar y serán necesarias más ayudas públicas. Las cooperativas de crédito habían quedado fuera del saneamiento y ahora se van a incluir, porque ha menguado su negocio y ha aumentado la morosidad. No suponen un grave problema, su cuota de mercado es pequeña y, a excepción de Cajamar, operan en zonas geográficas concretas. Más dudas plantea que algunas entidades que ya habían recibido ayuda vuelvan a necesitarla. Se trata de las entidades nacionalizadas. Alguna hizo previsiones demasiado optimistas, abusó de las refinanciaciones, con lo cual va a tener que elevar su nivel de dotaciones, y tiene que asumir el coste del arbitraje de las preferentes. La cuestión es que ni el Gobierno, que no quiere aumentar déficit; ni la banca sana, cansada de arrimar el hombro, ni los contribuyentes, los paganos del saneamiento, quieren poner más dinero. Independientemente del coste que suponga, que se puede esperar elevado, el primer síntoma que pone de manifiesto esta nueva ronda de ayudas públicas es que se cometieron graves errores tanto en la reestructuración del sector como en el cálculo de las inyecciones de dinero público. Parece claro que los 40.000 millones que se destinaron a sanear las antiguas cajas no han sido suficientes. Solucionar definitivamente este problema es capital. Se trata de eliminar otro obstáculo para la recuperación.