Alemania ha renovado 40 artículos de su Constitución federal, que data del año 1949. Los pactos para garantizar la estabilidad de los gobiernos alemanes de los últimos 25 años se habían conseguido a fuerza de hacer concesiones a los parlamentos regionales. El resultado es que las leyes del Estado eran constantemente bloqueadas por el Bundesrat -es decir, la Cámara de Representantes regionales equivalente al Senado español-. La reforma constitucional aprobada ayer reducirá al 37 por ciento -frente al 60 por ciento anterior- las leyes que el Estado tendrá que someter a la aprobación de las regiones. Eso concederá a los Gobiernos alemanes más margen de maniobra para introducir las reformas económicas que necesita el país. Al menos, en teoría, porque los analistas critican que no se haya tocado el ineficaz sistema de financiación federal, que obliga a los Estados ricos a ceder ingresos a los pobres, sin incentivar a éstos para que sean más eficientes. En definitiva, la reforma constitucional en Alemania no se ha hecho por motivos políticos, sino, simplemente, para mejorar la eficacia global de un sistema que había dejado de ser útil. No ha habido virulencia en los debates y han salido reforzados a la vez tanto el Estado central -que podrá aprobar leyes más fácilmente-, como los federales -los denominados länder o regiones-, que ganan algunas competencias. Tratando de extraer conclusiones para España, a muchos les gustaría poder decir que Alemania ha retrocedido en su federalismo y que el centralismo gana posiciones. Pero no hay caso, porque no sólo se trata de sistemas diferentes, sino que el único ganador de la reforma constitucional germana es el sistema en su conjunto.