E stá muerto el plan de austeridad? En la cumbre del G8 del mes pasado en Camp David, el programa de austeridad dirigido por Alemania se enfrentó con una fuerte resistencia. Del mismo modo, las recientes elecciones presidenciales en Francia respaldaron a aquellos que señalan que Europa debe crecer para aliviar la elevada deuda de su sector público en lugar de buscar inmediatamente una disciplina fiscal ortodoxa. Desde la crisis financiera de 2007-2009, Estados Unidos ha emprendido políticas macroeconómicas expansivas orientadas al crecimiento, a pesar de los déficits públicos. Hasta ahora, a juzgar por la modesta recuperación en Estados Unidos frente a la no recuperación en Europa, los ajustes estadounidenses están funcionando mejor que la austeridad europea. Sin embargo, no se trata de elegir entre medidas expansivas y programas de austeridad. Las políticas macroeconómicas interactúan sutil pero poderosamente, aunque rara vez con notoriedad, con realidades microeconómicas cotidianas. Llanamente, la estructura microeconómica de Europa hace que las mismas políticas macroeconómicas basadas en el crecimiento sean menos efectivas en la Unión Europea que en EEUU. Ésta es la razón: la macroeconomía; al bajar tipos o inyectar dinero en la economía de alguna otra forma, trata de incrementar la actividad económica. Al haber más dinero circulando, las empresas vuelven a contratar y solicitan a los empleados que ya tenían trabajar más horas. Los empresarios se animan a invertir y los bancos les otorgan créditos para hacer viable la nueva empresa. Estos nuevos empleos y nuevas empresas gastan dinero, que induce a más contrataciones, más empresas y más gasto. La economía crece y genera un aumento de los ingresos fiscales ayudando así a los gobiernos a ordenar sus cuentas fiscales. El país resuelve sus problemas económicos a través del crecimiento. Las normas laborales más estrictas de la UE son un caso muy conocido y que a menudo se pone de ejemplo. Las rigideces del mercado laboral europeo significan que es difícil en muchos países de la UE reducir una compañía. Las empresas, anticipando esa dificultad, están menos dispuestas a contratar, a no ser que estén seguras de que la demanda de sus productos a largo plazo será suficiente para justificar las contrataciones de largo plazo. Por ende, incluso cuando las empresas obtienen acceso más fácil a dinero y a créditos, muchas firmas aún seguirán negándose a crear empleos a gran escala porque temen tener la carga de una nómina abultada en una futura recesión. Por ejemplo, el reciente perfil del primer ministro italiano, Mario Monti, publicado en el semanario The Economist, muestra que en Italia las normas laborales hacen que las empresas se nieguen a tener más de 15 empleados (más allá de esa cifra es difícil para una compañía reducir su tamaño). Las políticas macroeconómicas expansivas necesitan reglas microeconómicas compatibles para funcionar bien. Hay un poco de ironía en el hecho de que quien más defiende la austeridad es el Gobierno de Angela Merkel porque Alemania, en particular durante el Gobierno socialdemócrata de Gerhard Schröder, contribuyó en mucho a liberalizar el mercado laboral del país más que otros ejecutivos de la UE. La política expansiva basada en el crecimiento podría funcionar mejor en Alemania que en cualquiera de los otros países de la eurozona donde se está recomendando su aplicación. Las normas que impiden la creación de nuevas empresas pueden ser un obstáculo aún más gravoso para la efectividad de la expansión monetaria: es demasiado difícil emprender muchos tipos de empresas en muchos lugares y expandir las que han arrancado. Los permisos necesarios no son a menudo un procedimiento de rutina. El papeleo para crear una nueva compañía sigue siendo una carga más grande en Europa que en Estados Unidos. En efecto, aun cuando este proceso se ha hecho más fácil en Europa en años recientes, el Banco Mundial estima que sigue llevando el doble de tiempo poner en marcha una pequeña empresa en Grecia y en gran parte de la UE que en Estados Unidos -mientras que en España se tarda cuatro veces más-. Si bien a menudo se lamenta en Europa la relativa falta de éxitos megaempresariales como el de Facebook, las dificultades para abrir salones de belleza, comercios minoristas de base y empresas sencillas de venta por correo pueden tener un efecto global igualmente profundo. Consideremos las licencias de taxista. Muchas personas pueden conducir un taxi -incluido un gran número de individuos desempleados-, pero no tantas pueden obtener un permiso en la mayoría de las principales ciudades de Europa y Estados Unidos. Imaginemos que gran parte de la economía está organizada como la industria de los taxis. Muchos de los estímulos económicos no generarán más taxis a menos que se reduzcan las restricciones de entrada. Una fábrica podría tener un acceso más fácil a financiación y podría crecer la demanda de sus productos, pero, en lugar de contratar más empleados, quizá decidiera subir sus precios. Un competidor potencial podría considerar entrar en ese mercado; pero como hay barreras reglamentarias de entrada en última instancia podría decidir continuar con su empresa actual. En este ambiente es probable que no funcione la política monetaria expansiva. Tal vez por esta razón el presidente francés, François Hollande, favorece la actuación del Gobierno dirigida a objetivos específicos -por ejemplo, contratar 60.000 nuevos profesores-. Podemos imaginar un gran pacto en Europa que combine políticas macroeconómicas expansivas combinadas y simplificación de los obstáculos microeconómicos. Sin embargo, las empresas existentes y los empleados ya contratados prefieren el statu quo, y pueden ejercer presiones para inhibir a los responsables del diseño de políticas. Tal vez hay mucho de esto en la política griega y en la de otros países de la UE.